Juan José Toro Montoya
El Gobierno no necesitó contratar peritos para demostrar que el video de la balacera a los autos prestados a Evo Morales es un montaje. Y no hicieron falta peritos porque el montaje se nota a simple vista. No pasó ni una hora de su difusión y centenares de internautas estaban señalando sus incoherencias. Lo que hizo la prensa, entonces, es señalar lo evidente, pero el expresidente volvió a vomitar su odio.
“Es realmente inmoral y repugnante lo que hacen algunos medios de comunicación solo por la pauta publicitaria que les da el gobierno”, publicó en su cuenta de X al intentar justificar por qué el chofer aparece con una polera en unas fracciones del video y con otra después. Su explicación es que utilizaron “dos vehículos y dos conductores para escapar de las balas” y hasta dio los nombres de los choferes. En el mismo mensaje dice que, de 14 disparos, “2 alcanzaron al conductor quien se salvó de milagro”. Esa es la única explicación al hecho de que, en el video, se ve a un chofer con sangre en la nuca, pero éste sigue conduciendo, como si nada hubiera pasado.
Un perito podría determinar qué pasó con los disparos, siempre y cuando se permitiera un peritaje al o los vehículos, pero el mismo Evo admitió que éstos fueron prestados por el gobierno venezolano, lo que es un claro caso de injerencia extranjera.
Yo no soy psicólogo, ni experto en ataques, pero sufrí dos atentados en mi vida, y fui perseguido en medio de balazos, así que por lo menos puedo opinar sobre lo que es común en estos casos. Los dos atentados fueron palizas que me propinaron a plena luz del día, la primera por tres personas en la puerta del templo de Santo Domingo y la segunda por lo menos por una veintena de mineros que me atacaron cuando subía a la cúspide del Cerro Rico. Ignoro si en el primero hubo testigos, pero, en el segundo, el ataque fue en presencia de centenares de personas. Lo que sentí en ambos casos fue miedo, un miedo tan ciego y visceral que me olvidé de todo lo que estaba haciendo, de mis lentes, y solo atiné a cubrirme la cabeza. Se me nubló la razón y escuchaba los impactos de los golpes a mi cuerpo como los que se da a un saco de arena, pero con eco. En los segundos que transcurrieron hasta que dejaron de golpearme, creí que iba a morir.
Por tanto, cuando sientes que están atentando contra tu vida, te olvidas de todo, pues tu única preocupación es preservarla. Se llama instinto de conservación. Es imposible que te dediques a otra cosa que no sea alejarte del peligro.
En el caso del supuesto atentado contra Evo, tanto él como su acompañante, la histriónica Cesia Vargas, se preocuparon más de instruir que se mantenga el bloqueo, que de proteger sus vidas: “¡Bloqueen, me están persiguiendo, bloqueen!”. Y eso ocurrió cuando algunos dirigentes del Chapare estaban considerando la posibilidad de levantar los bloqueos.
Son incoherencias que apuntó el periodismo por ser tales. La prensa estaba haciendo su trabajo y eso no es inmoral ni repugnante.
Inmoral es usar los recursos del Estado para que un séquito de alcahuetes te consiga menores de edad para abusos sexuales y repugnante es embarazar a niñas, que todavía no han madurado sexualmente.
Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.