Álvaro Riveros Tejada
Que recordemos, los paceños jamás hemos experimentado una humareda tan terrible, como la que actualmente asfixia nuestras ciudades y muy en especial nuestra “hoyada”, como ciertos irreverentes gustan calificar obscenamente a esta ínclita, histórica y hermosa ciudad de La Paz.
Sin embargo, como citamos líneas arriba, la ciudad capital no fue la única afectada por esta fumada que envenena el ambiente, sino el país entero que debe acostumbrarse a esta nueva práctica de fertilizar la tierra quemándola, como nos mandan los famosos interculturales cleptócratas, agavillados en una casa política denominada “Movimiento al Suicidio”, MAS, cuya cultura consiste en crear una nueva red de tráfico, al margen de las varias que ya existen, que se dedica a asolar la tierra mediante la quema, para luego venderla con precio de gallina muerta.
Ahora bien, esta red de pirómanos inmorales y pro-Morales pareciera coincidir fatalmente con el interés de multimillonarios chinos, cuyo número ha pasado de apenas 15 a alrededor de 250 en solo seis años y, de éstos, muy pocos son los que comulgan con el régimen comunista de esa potencia asiática que los tolera, en tanto y en cuanto les controla su fortuna. A raíz de ello, es lógico inferir que ellos buscan denodadamente espacios donde escapar de la cárcel o de la muerte y Bolivia resulta ideal, para poder disfrutar de su dinero en el mundo occidental.
A modo de ejemplo de lo citado, tomamos el caso de Zhou Zhengyi, uno de los 11 hombres más ricos de China, con una fortuna personal, valorada por Forbes en el año 2002, en $us.320 millones, que fue arrestado dos veces y actualmente cumple una condena de 16 años. Las faltas de Zhou complicaron incluso al Secretario del Partido Comunista de Shanghai, Chen Liangyu, a quien se llevó con él.
A la luz de lo expuesto, y frente a la gigantesca contaminación ambiental que está padeciendo Bolivia y a las causas criminales que la motivan, resultan risibles las medidas que se tomaron en contra de las tradicionales fogatas sanjuaneras, de solo una noche al año, rabiosamente prohibidas por los infaltables extremistas que veían en ellas un daño irreparable al medio ambiente y, en su lugar, según expertos ambientalistas, desde 2013 se aprobó un paquetazo de ocho leyes que fueron dirigidas a expandir la frontera agrícola. Claro ejemplo de esto es la Ley 741, que autoriza el desmonte de hasta 20 Ha para actividades agrícolas y pecuarias. Munidos de dicho instrumento legal, para el 2022, ya se había desmontado 460.000 Ha, de las cuales sólo se abarcaron 40.000 para ese “noble objetivo”. ¿Qué pasó con las demás?
Ante tanta tragedia, recordemos que la Divina Providencia nos dotó con una maceta de 1,198.581 Km2. para sólo los once millones de compatriotas que vivimos en ella, con el noble propósito de que la cuidemos, la sembremos y la hagamos producir, empero, la teoría de la perversidad hace que muchos de nosotros la destruyamos, como aquellos del movimiento al suicidio (MAS), destinados a correr su propio destino, que consiste en que el MAS se haga humo.