Sergio Pablo Garnica Pantoja
Los recientes comunicados de prensa sobre el crecimiento de la economía boliviana y el estado de las Reservas Internacionales (RIN), presentados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) y el Banco Central de Bolivia (BCB), respectivamente, tienen una conclusión común: los resultados hubieran sido mejores si la Asamblea Legislativa aprobaba los créditos externos bloqueados por la oposición.
Haciendo a un lado la deplorable adscripción política de dos entidades que en teoría deberían ser independientes del gobierno de turno, este artículo tiene dos objetivos: primero, analizar los resultados generales publicados por estas entidades y, segundo, valernos de la ironía para comparar dos momentos del discurso masista.
Al primer trimestre del 2024 la economía boliviana creció en 1,31%, este es el inicio más lento desde el 2001, salvo el primer trimestre del 2020 y 2021 (años de la pandemia). A inicios de siglo hubo un crecimiento negativo de -0,01% y un crecimiento a cierre de gestión de apenas 1,68%. Al año siguiente, se creció en el primer trimestre en 1,38%, muy similar al presente año, cerrando el 2002 con un crecimiento de 2,49%. Organismos internacionales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional estiman para Bolivia un crecimiento en 2024 de 1,4% y 1,6%. Conocidos los primeros datos del año, todo indica que bordearemos esas cifras y nos encontraremos lejos de la estimación del Presupuesto General de Estado, que apuntaba a un crecimiento de 3,71%.
Pero la ralentización de la economía es algo que uno siente en el día a día y no hay mucho que puedan hacer o camuflar los funcionarios públicos para explicar el pobre desempeño de la economía, más allá del consabido discurso del contexto externo, el clima, los hermanos del Chapare o la aprobación de más créditos. Donde se pusieron creativos fue en el desempeño de las RIN.
Textualmente señalan: “Las RIN muestran estabilidad y una tendencia favorable pese a una situación adversa en el ámbito externo e interno”. Por supuesto que están estables en el fondo, tener una tendencia negativa en el fondo significaría el incumplimiento de mantener al menos 22 toneladas de reservas en oro.
Sobre el componente oro señalan con ufano triunfalismo: “En lo que va de 2024, la compra de oro aportó en aproximadamente $us 653 millones para el fortalecimiento de las reservas internacionales”. Si uno ve el valor de las reservas de oro, podrá apreciar que pasaron de USD 1.566 millones en diciembre 2023 a USD 1.688 millones en abril 2024 y USD 1.815 millones a agosto 2024. A primera vista es un éxito; sin embargo, las reservas en toneladas pasaron de 23.51 a 22.45 y 22.37 en las mismas fechas, es decir, contamos con menores toneladas, siendo el aumento del valor, producto del precio internacional del oro, que pasó de USD 2.057 la onza Troy a USD 2.334 y USD 2.524 en los periodos señalados.
Lo preocupante es la parte liquida de las RIN, las divisas solo llegan a USD 153 millones, hábilmente en el informe lo comparan respecto a abril, cuando se contaba con USD 139 millones y dan la impresión de que aumentaron. En efecto, gracias a la compra de los “Bonos BCB en dólares” por USD 200 millones por parte de la Gestora, en mayo las divisas aumentaron a USD 316 millones, es decir, a agosto ¡ya se gastaron más de dos tercios del dinero de todos los aportantes!
La ironía radica en que, en el periodo alto del ciclo de las materias primas, el ministro Arce señalaba que no necesitábamos de financiamiento externo para realizar obras públicas. Ahora la estabilidad de la economía depende del desembolso de más deuda externa; serian 11 créditos externos por un valor de USD 1.000 millones, si se llegará a aprobar los 11 créditos y se desembolsará el total, el Ejecutivo dispondría de algo más de USD 1.200 millones durante el 2024, cifra similar a la del año pasado, cuando se desembolsó USD 1.126 millones, sin que este monto suponga una solución a la crisis de divisas, mucho menos a la cifra del 2022, cuando los desembolsos llegaron a USD 2.120 millones, lo que no impidió la debacle.
En el periodo electoral para la presidencia del 2020 se endilgó a un postulante el título de “limosnero”, supuestamente porque su plan de gobierno significaba ir a pedir créditos externos… Ahora, ¿quién es el limosnero?
El autor es Analista económico y financiero.