Álvaro Riveros Tejada
Ante la enternecedora imagen de un ministro que golpea la ventana del vehículo blindado del excomandante de ejército, invitándolo a que baje de él o se marche del sitio, mientras su colega de obras públicas ronda por las inmediaciones, en su afán de ensayar nuevos pasos de baile para el TikTok, la ciudadanía que pasa por la icónica Plaza Murillo y observa la escena, cree que se trata de una opereta bufa, a la que bautizarían más tarde como: “El Golpe al Auto” empero, no sale de su asombro hasta hoy, al saber que se trataba de un Auto Golpe. ¡Sí, un verdadero Golpe de Estado!, como aquel que definía el remiso chileno, José Miguel Insulza, a cualquier acción donde participase un militar. ¿Hasta en un matrimonio?
Parodiando una comedia marxista de la década de los 50 (de los hermanos Marx naturalmente) y la inolvidable novela “El Mago de Oz”: el risible encuentro entre el mandatario con el líder golpista, en el Hall de palacio; bajo un reloj que gira a la izquierda; un viejo Inca que lee en las arrugas de los facciosos; un grupo de funcionarios que parecían celebrar una fiesta; sólo faltaron el espantapájaros y el hombre de lata; tal escena ha dado pábulo a crear una obra intitulada “El Arte del Golpe” capaz de competir con los libros del estratega militar chino Sun Tzu o del técnico del golpe de estado, el italiano Curzio Malaparte.
Echando mano a la manida sentencia: “Lo que no ocurre en Bolivia es raro”, saltan a nuestra memoria unas notas que presentamos hace algún tiempo, justamente sobre unas histriónicas declaraciones del excomandante del Ejército, Zuñiga, en un acto conmemorativo al aniversario de esa fuerza militar, donde el citado jefe castrense inició su alocución señalando: “nuestro ejército es forjador de la patria, porque nacimos antes que ella, por eso rendimos hoy un profundo y alto reconocimiento a nuestros héroes de la resistencia contra el colonialismo”, sin haberse percatado que el ejército de Bolivia fue creado institucionalmente junto a la Declaración de Independencia de nuestra República, el 6 de agosto de 1825, mediante la Asamblea General de Diputados de las Provincias del Alto Perú con el nombre de República de Bolívar, más tarde cambiado a República de Bolivia.
Seguidamente, en un rapto de suprema heroicidad, el miliciano reiteró a su amigo y concuñado, el señor presidente, su compromiso constitucional con el pueblo, con la patria y con el gobierno legalmente constituido, reiterando su intención de neutralizar todo intento de desestabilización. Al grito de que esta patria no se toca, afirmó que el Ejército Nacional sea siempre una garantía para proteger la unidad de los bolivianos y, sobre todo, una verdadera garantía para precautelar los recursos naturales tan codiciados por intereses foráneos
En esta oportunidad, haciendo alusión al peligro que corre la democracia, el jefe castrense tildó de “vendepatrias, oligarcas, grupos de poder, castas y logias a los sectores que abusan de ella, con la intención de dividir a Bolivia como cuando Evo Morales fugó a México, después del fraude electoral en 2019 y de haber perdido un referéndum”. Amenazó, asimismo, con “neutralizar todo intento de desestabilización de la patria y su democracia”, como es el caso de algunos funcionarios estatales que, con sólo tener la simpatía o el parentesco con los gobernantes de turno, maman toda su vida de las arcas del Estado. Esta vez, sin embargo, golpistas y golpeados vemos con estupor que ¡De golpe, siguen con la mamada!