Marcelo Chinche Calizaya
Las continuas desavenencias internas surgidas en el interior del partido gobernante MAS han rebasado los antagonismos y tensiones habituales provocadas por la vigencia de facciones “evistas” y “arcistas”, convirtiéndose en una guerra abierta de agresiones descarnadas y frontales entre sectores sociales y sus líderes políticos. Tal situación evidencia un proceso de implosión y una escalada de crisis de base, por cuanto las organizaciones sociales que dieron lugar al nacimiento de este partido, también se encuentran profundamente divididas.
Quedó en segundo plano la preocupación por resolver la apremiante situación económica nacional, al borde de una estrepitosa crisis que tiene como raíz innegable su enfermiza interdependencia hacia la divisa norteamericana tan escasa en este último tiempo; el agotamiento inexorable de las reservas internacionales, el creciente endeudamiento y la escasez de combustible como consecuencia de los continuos fracasos del sector hidrocarburífero, con un costo que supera los $us 1.000 millones en 12 proyectos gasíferos, con resultados negativos en Tarija, Chuquisaca, Santa Cruz y Cochabamba. La incapacidad para reponer reservas y mantener la producción explica la escasez de carburantes y un descenso significativo de las ya incipientes reservas de gas natural que otrora, sustentaron la falacia del “milagro boliviano”. Según estadísticas oficiales, descendió de 56,6 millones de metros cúbicos (Mmcd) en 2016 a 31,9 Mmcd en 2023.
El país se encuentra en medio de la inminente fractura de facciones evistas y arcistas, cuyas agendas yuxtapuestas desembocan en un objetivo común: lograr el control total del poder político, tan vital para la supervivencia del liderazgo partidario interno, decisivo para la candidatura a los comicios nacionales de agosto del 2025. Ello explica los cruces verbales elevados de tono que desnudan, por un lado, la angurria de retornar al poder del obcecado y limitado sindicalista cocalero y, por otro, la intención manifiesta de repostulación del actual presidente.
De hecho, el verdadero trasfondo de la movilización encabezada por Morales denominada “Gran marcha nacional para salvar Bolivia: por la vida, democracia y revolución”, en realidad, es una más de las tan acostumbradas pataletas de infante ensimismado por forzar su habilitación y candidatura presidencial. Empresa por demás escabrosa, pues ya no ejerce control para manipular a un Tribunal Constitucional Plurinacional que mediante Sentencia Constitucional 1010/2023 de 29/12/23, decidió anular la reelección presidencial indefinida continua o discontinua, lo cual supone su inhabilitación para terciar en las elecciones del 2025.
Morales, fiel a su estilo confrontacional y revanchista, apostó al fracaso y boicot sistemático al gobierno de Arce, instruyendo a sus parlamentarios paralizar la aprobación de créditos externos por más de 1.000 millones de dólares. Ante este “ataque político”, Arce expulsó a los principales operados políticos de Morales, desestimó su influencia en las decisiones políticas internas, además de blindar con varios candados su repostulación.
Tanto Morales como Arce, son exactamente lo mismo. Acusan a los demás por la falta de estabilidad política y económica del país, olvidando que su partido MAS gobierna más de 17 años: Morales 14 años (2006-2019) y Arce desde el 2020 hasta el 2025. Ambos han demostrado un menosprecio por la democracia, violentando cerrilmente la independencia y separación de poderes; pues siempre asumieron que el Poder Ejecutivo debe someter a los poderes Legislativo y Judicial, éste último, funcional y utilitario para coartar la libertad de expresión, para el sometimiento y persecución sistemática a una ya endeble oposición política. Resulta aún más grave que ambos son incapaces de superar la ambivalencia de un Movimiento Al Socialismo, de ser o no ser un partido democrático, dado que hay un MAS de Evo Morales y un MAS de Luis Arce.
Queda la esperanza de algún día librarnos de esta casta política incompetente, anodina y extraviada en sus devaneos de poder internos; mientras el país se encuentra en una encrucijada peligrosa que pone en jaque su estabilidad y hace concluir inequívocamente que Bolivia está sin gobierno.
El autor es docente e investigador.