Luis Christian Rivas Salazar
Todo comenzó en 2008, Satoshi Nakamoto presentaba al mundo una nueva tecnología para intercambiar directamente entre personas sin necesidad de un tercero intermediario, tal como lo hacían nuestros antepasados, desde ese momento la humanidad fue adoptando el bitcoin (btc) de manera imparable. Este éxito en tan poco tiempo cambió la mentalidad de las personas, instituciones privadas y ahora estados de forma irreversible.
En Bolivia, delincuentes usaron su prestigio para estafar a las personas, el burócrata en vez de comprender el blockchain y el avance de la historia optó por prohibir las “monedas virtuales”, infundiendo miedo con propaganda engañosa con una resolución (RD 044/2014) que ni siquiera llegaba al rango de ley desde el 2014, cuando el btc rondaba el precio de 400 $us. Tal vez muchos bolivianos hubieran comprado, pero no lo hicieron porque las autoridades les desaconsejaban mediante la incertidumbre y duda.
El país se sumía entre los casos raros que prohibían legalmente los criptoactivos, cinco países en el mundo, los demás, se dieron cuenta que la represión no era el camino frente a la libertad de elegir el mejor modo de intercambiar o proteger el valor del capital, optaron por dejarlo libre o cobrar impuestos por dicha acción humana.
El primer país en subir al tren del avance tecnológico de forma abierta fue El Salvador, mientras Estados Unidos y China atacan a los mineros de btc, acaparan el criptoactivo confiscándolo activamente hasta convertirse en ballenas en el ecosistema criptográfico, junto con las grandes instituciones financieras de inversores acumulan el oro digital disimuladamente mientras en público lo denostan por diferentes motivos, en una suerte de carrera para ver quién tiene más en lo que se vino a llamar: “Guerra de hashes”.
Los bancos del mundo se modernizaron y ofrecen compra – venta de btc, incluso custodia de criptomonedas, mientras las instituciones locales viven en una burbuja anacrónica derrotados, al no haber podido integrar al sistema financiero a las grandes masas. Fallaron y discriminaron a millones de personas que ahora pueden acceder a la autocustodia de sus criptoactivos con bajas comisiones en las transacciones, sin mucho trámite y en cuestión de minutos, sino se adaptan morirán.
Como Comunidad Bitcoin Bolivia trabajamos desde el 2019 de la mano de la Asoblockchain para tratar de revertir esta situación mediante diferentes foros físicos como virtuales, entendiendo que la educación es esencial. Incluso presentamos una carta a la presidencia del Estado, Ministerio de Economía y al Banco Central en agosto de 2020, argumentando porque bitcoin no sólo era “moneda virtual” sino también criptoactivo y que su resolución no limitaba los criptoactivos, por lo mismo, podían ser usados de manera libre y pidiendo el respeto de nuestros derechos constitucionales. Lo que no se prohíbe, se permite. Lejos de ser escuchados con la deferencia merecida, el Banco Central del nuevo gobierno masista nos respondió modificando su anterior resolución y emitió una nueva, la RD 144/2020, donde subsanaban su antiguo error y pasaban a prohibir los criptoactivos en todo el sistema electrónico de pagos. Sus propagandas engañosas en contra de esta tecnología fueron más agresivas, incluso en idioma indígena uno podía ver estas escenas sentado en cualquier banco de forma repetida, a manera de adoctrinamiento.
En 2023, la diputada Mariela Baldivieso asume la bandera de los “bitcoiners” y propone un proyecto de ley más amigable que el de sus pares masistas. Están en consideración ambas propuestas, en algún momento Bolivia debe elegir si quiere una ley restrictiva propuesta por la GAFILAT o el modelo libre y abierto salvadoreño.
Ahora, el Banco Central resuelve la RD 082/2024 que deja sin efecto la prohibición, pero el gobierno lo hace porque en realidad no hay dólares en Bolivia. Los comerciantes, importadores y exportadores están buscando nuevas opciones para sobrevivir, todos los días intercambian criptoactivos exista o no exista normativa, bajo amenaza de los bancos y la fiscalía de perseguirles penalmente. Esa arbitrariedad no podía continuar, porque Bitcoin no sólo es libertad de elegir como intercambiar, es libertad contractual, es libertad económica, es libertad monetaria, libertad de lenguaje de programación, es tecnología y protección de valor, también es energía, esa energía no se puede contener ni prohibir.