Ernesto Julián Bedregal Patiño
Inspirado en la belleza de Pando.
Bajo la perla luciente de Cobija, rodeado de palmeras y bellas bisoñas, suele hablarme como si estuviera cantando, con una parsimonia que me apremia a tocar su vientre cadencioso. Ostenta una eufonía silvestre que regocija, siendo la esperanza del Amazonas, a menudo también determina mi fe: inspirando, con su busto ubérrimo y su semblante armonioso.
Ella mi guitarra y yo su guitarrero, una balada para el vuelo de la paraba; ella mi siringa y yo su siringuero, brama la entereza tacana. Ella mi balsa y yo su balsero, calma el aroma de la guayaba; ella mi flecha y yo su flechero, una aljaba para preservar el mañana.
Atesoro su recuerdo en mi valija, en mis registros akáshicos la veo de borgoña, dorada y esbelta como de costumbre poetizando, con una exquisitez que me induce a componer, en memoria de su linaje tan generoso. Su encanto hace que siempre la elija, como motivo de mi numen que se corona, sobre el castaño y las nubes de Pando, erigiendo un nuevo coloso.
Ella mi guitarra y yo su guitarrero, una balada para el vuelo de la paraba; ella mi siringa y yo su siringuero, brama la entereza tacana. Ella mi balsa y yo su balsero, calma el aroma de la guayaba; ella mi flecha y yo su flechero, una aljaba para preservar el mañana.
Guerreros convertidos en jaguares, custodian una doncella piadosa; son el baluarte, el escudo que resguarda ante tanta codicia, su aura celestial sigue siendo mítica. En sus eternos patujunales, se agiganta mi naturaleza orgullosa, en memoria de los defensores del Acre, se engrandece mi espíritu al compás de su melodía, el pífano y el tamboril avivan mi esencia folklórica.
Al rozar sus labios de asaí, decides dejarte guiar por la gurú; sus ojos son la única entrada al Paitití, un paraíso donde impera el patujú, un nirvana de frutos carmesí, y milagros de bambú, donde los dioses bajan del cielo en forma de colibrí, para rendir homenaje a Bibosi y Motacú.
Brujos transformados en caimanes, protegen una magia poderosa; son el estandarte, el magnetismo que se condensa en la ambrosía, hecha de enredaderas y hojas de épica. En medio de sus cauchales, mi creatividad germina presurosa, con ansias de pregonar arte, despierta mi subconsciente cosechando poesía; una hermosa manifestación, diosa de la retórica.
Al rozar sus labios de asaí, decides dejarte guiar por la gurú; sus ojos son la única entrada al Paitití, un paraíso donde impera el patujú, un nirvana de frutos carmesí, y milagros de bambú, donde los dioses bajan del cielo en forma de colibrí, para rendir homenaje a Bibosi y Motacú.
El autor es Comunicador, poeta, artista.