David Foronda H.
El columnista colombiano Saúl Hernández Bolívar, en un artículo publicado hace días a nivel internacional, con el título: ¿Esclavitud y desorden?, en torno a lo que sucede en su país, dice: “Cuando empezó la dictadura venezolana, Hugo Chávez se propuso cambiar la historia, como si creara una nación nueva. Así, cambió la bandera de su país, le adicionó una estrella, la octava, en representación de un estado que no hizo parte del proceso independentista. Cambió el nombre, añadiéndole el adjetivo de ‘Bolivariana’ al tradicional nombre de República de Venezuela. Y cambió el escudo, puso al caballo a correr hacia la izquierda, como su política, y añadió unas espigas, un arco y flechas como armas indígenas y el machete campesino. No contento, este sátrapa hasta le cambió a Venezuela el horario oficial, recurriendo a un meridiano intermedio que ya se había usado en ese país, todo por significar el ‘cambio’ que la izquierda dice representar. Por eso, cuando (Gustavo) Petro propuso realizar algunos cambios en el escudo nacional nadie se asombró; son típicas tonterías que se les ocurren a este tipo de gobernantes”.
Sin embargo, sigue, tal vez sea cierto que Petro, con esta clase de propuestas, solo se proponga desviar la atención de lo realmente serio y trascendental. Hay cosas sobre la mesa que nos deberían quitar el sueño porque a este individuo le quedan –oficialmente– dos años para llevarlas a cabo y nos causarían un daño tan grande y tan duro de revertir que lo del escudo es una nimiedad. Por ejemplo, es probable que el daño más grave de todos nos llegue disfrazado de ‘buenismo medioambiental’, con el supuesto ánimo de cuidar el planeta y salvar a la humanidad con ese cuentazo de la transición energética. Y eso que Colombia solo representa alrededor del 0,4% de la contaminación mundial. Con ese combate a la explotación de petróleo y carbón que ha dictado Petro, lo que nos estamos ganando es que no tengamos gas a partir de 2025, teniendo que importarlo bien desde Venezuela por un gasoducto que hoy no existe o en buques hasta plantas regasificadoras. Significa, ni más ni menos, la pérdida de la soberanía energética del país, con el agravante de duplicar y hasta triplicar el precio del gas con efectos desastrosos para las familias y las industrias.
Otra parte de la nota dice “son muchos los procesos industriales en los que se emplea el gas, siendo los principales la generación de energía eléctrica barata y el transporte, doblemente golpeado con el incremento del diésel. La absurda decisión de no explorar y proscribir el uso del gas atenta contra la economía y el empleo, aumentando la pobreza. Y, como si fuera poco, este combustible es el que nos ha salvado de apagones cuando el verano agota el volumen de las hidroeléctricas. Cuando quedemos sin autonomía en materia de gas natural, petróleo y carbón, nos hará falta mucha energía y el gas será tan costoso que hasta bañarse con agua caliente será cosa de mafiosos. Ese será uno de los nefastos legados que nos heredará el desgobierno de Petro, y ni hablar de su intentona de echar mano de los ahorros de todos los colombianos”.
Lo cierto es que en todas partes se cuecen habas, cuando se habla de gas, los recursos de los trabajadores, el manejo de la economía, y mucho más. En fin, usted ya está informado.
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