Mario Malpartida
Reconocer que alguien está enfermo no es suficiente, es necesario curarlo; sufre anemia, no puede respirar, esta desosegado e inquieto; la anemia le provoca otros males La economía es como el cuerpo humano, un sistema enfermo enferma a los demás; si tiene anemia de dólares ni duda cabe, debilita a la salud económica del país; para decir eso no se necesita ser médico especialista o, como en este caso, economista con post grado, considerándole opositor por analizar la situación.
La corriente monetaria en Bolivia tiene como base el peso boliviano, pero no alcanza (mal que les pese a políticos desubicados). No se puede pagar muchas deudas con los pesos bolivianos, la deuda externa, por ejemplo, tampoco traer maquinarias de Europa, ni siquiera de Argentina o Brasil. En los hechos, el consumidor es quien ocasiona que los precios suban o bajen, dicho de otra manera, ante la escasez de alimentos, los precios no deberían subir: no habrá más alimentos cuando el precio suba, el precio no hace milagros si se acaban los tomates, se acabó, casero. Sin embargo, la teoría del consumidor es perversa: “a menor oferta el precio sube” y puede causar estragos. Al frente, el modelo de libre mercado, donde no existe control de precios, impera la regla de la oferta y la demanda, de manera que cuando hay exceso de oferta, el precio baja. Sea ruso, chino o peruano, no hay país que no necesite dólares; países comunistas genuinos controlan su mercado interno con moneda nacional, pero son abiertos para el mercado mundial, donde predomina el dólar.
Por otra parte, la inflación es resultado del comportamiento de variables económicas, que a su vez son causantes para que se modifiquen otras, es un círculo vicioso que empobrece, y la pobreza ocasiona disturbios. La teoría de la “causa raíz” identifica la razón de origen, la principal, donde se generan los problemas, permite explicar los hechos con claridad, sin recurrir a engañifas en su afán pernicioso de ocultar bulto de semejante tamaño. Identificada la causa raíz, corresponde actuar con eficiencia para corregir: la mentira no corrige, pervierte la conciencia del ciudadano, enseña a mentir, a defraudar… Reconocer no es resolver; además, como se reconoce ahora, con discurso mezquino y ambiguo, es “emborrachar la perdiz”.
Un avispero de insultos, ataques y contrataques son la desorejada sonata que pretende ocultar el ruido que emiten los malestares que poco a poco se develan y aceptan cuando se encuentra a quien achacar (en el inicio fueron los empresarios que no entregaban sus dólares por las exportaciones, ahora culpables son los parlamentarios por no aprobar los créditos).
Muchos países tienen problemas y las causas vienen de otro lado: el contexto mundial. En nuestro país sucede lo mismo y el gobierno bien podría aclarar y explicar razones más convincentes y justificarlas; pero como hace mezcolanza de cuanto dice, el pensamiento colectivo adjudica los males a su gestión. Como el cosechador que se jacta de los buenos frutos (desconociendo que los da el árbol) y cuando escasean culpa al viento, la lluvia y el sol.
Escasea el gas, bajaron sus frutos, al punto que ahora “estamos fritos”. Sería más práctico salir del incómodo oficio de aceptar de mala gana, y encarar directamente para remediar lo que antes fue mal hecho; es el pasado, y como el dicho mexicano: “agua pasada no muele molino”, aunque por ahora llegan aguas turbias en corrientes turbulentas, pero sirven para moler. Agua pasada no muele molino, pero marca futuro, así que corresponde corregir errores, evitar que sucedan de nuevo, y aplicar las soluciones, si esa fuera la intención la verdadera –vemos a Cuba, Venezuela y Nicaragua–, artero seria que esos tres países sigan de modelo ladino, pues se escucha en el presente decir unas cosas y se comprueba que suceden otras, distintas.
El autor es periodista.