David Foronda H.
Según una definición técnica sobre círculo vicioso: es una estructura que se repite de forma constante y en la que está inmersa una persona. Todo lo que hace ese individuo le lleva al mismo punto de partida. Se suele usar este concepto para hacer referencia a relaciones, actitudes o comportamientos que no generan resultados muy positivos. “Los círculos viciosos son fenómenos que perpetúan problemáticas en diversos ámbitos como la corrupción, la salud y la economía, representan uno de los mayores desafíos para el desarrollo y la mejora de la calidad de vida. Estos ciclos, caracterizados por la repetición de patrones negativos que se refuerzan mutuamente, crean barreras significativas para el progreso individual y colectivo”, puntualiza otra definición.
Asimismo, “la importancia de desentrañar y superar estos círculos radica en su capacidad para atrapar a individuos, comunidades y naciones enteras en espirales de deterioro que limitan oportunidades y perpetúan la desigualdad. Por ello, comprender la naturaleza de estos ciclos y las estrategias para romperlos es fundamental para fomentar un desarrollo social sostenible y mejorar la calidad de vida globalmente”. Bajo estas premisas se puede señalar que en el país existe un sinfín de “círculos viciosos”. Damos algunos ejemplos.
Desde hace mucho tiempo se perora: a partir de la presente gestión los padres de familia ya no tendrán necesidad de pernoctar en las aceras de las escuelas y colegios fiscales para lograr un cupo para sus hijos. No habrá necesidad de hacer filas desde la madrugada en hospitales y clínicas. Se llegó a un acuerdo con el transporte público, ya no habrá “trameajes” y está garantizado el servicio nocturno, entre otros. Pero esta es la realidad: padres o madres continúan durmiendo en las veredas de esos establecimientos para poder inscribir a sus hijos. Enfermos, incluso graves, continúan haciendo lo mismo con el fin de recibir una ficha para atención médica. Mientras, el servicio de transporte público desaparece a partir de las 22 horas, y si se halla algunos minibuses, éstos sólo lo llevan hasta un cruce o un punto alejado de su barrio, con el consiguiente gasto de pasajes por doble o triple partida.
Mucho peor es lo que sucede en el ámbito nacional, dado que se promete en cada gestión controlar los incendios forestales, no siendo otra cosa que los denominados “chaqueos” en la mayor parte de los casos, hasta las quemas con aviesas finalidades, y el consiguiente daño al medioambiente, la salud de la gente, muerte de animalitos, gastos por desplazamiento de voluntarios, uso de agua y demás pertrechos. Se puede colegir que es un abrumador círculo vicioso, pues se repite cada año, nadie puede frenarlos y al parecer ya todos lo observan con mínimo interés, desde autoridades, hasta la misma población.
Parece que muchos ejemplos más sobre círculos viciosos no serían suficientes para que el pueblo boliviano pueda salir de esa especie de modorra en la que se encuentra. Quienes sufren en carne propia todo ello, ruegan que se comience a reflexionar para poder vivir tiempos mejores en el país.
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