Álvaro Riveros Tejada
La visita a Bolivia de Luiz Inácio Lula da Silva, cofundador con Fidel Castro del tristemente célebre Foro de Sao Paulo, hoy Foro de Puebla y cuna del Socialismo del Siglo XXI, entelequias que sembraron desde hace dos décadas la corrupción y la miseria en los países que adscribieron a ese esperpento, mediante la desinstitucionalización de los más preciados organismos del Estado, nos tiene que llamar la atención ya que, simultáneamente a ese encuentro, se celebra con éxito en Brasil, la CPAC (Conferencia Política Conservadora Anual) por su sigla en inglés, reunión a la que asistió el presidente argentino Javier Milei, el ex presidente del Brasil Jair Bolsonaro y muchos otros líderes latinoamericanos.
Tal como era de esperarse, a resultas de dicho encuentro brasileño, la noticia de que en Santa Cruz haya surgido un candidato presidencial, no solo contribuye a la creación de una verdadera democracia boliviana, sino a reforzarla, pues después de 18 años de virtual discrecionalidad y dictadura masista o de izquierda, como gustan llamarse, era hora de que Santa Cruz esté presente en la política nacional con una corriente conservadora y constructiva, sin necesidad de plegarse fanáticamente a un “socialismo utilitario”, como una especie de comodín que disfrace los verdaderos propósitos de una sigla política, sea ésta de derecha o de izquierda y cayendo en una absurda incongruencia, tal el caso del Movimiento al Socialismo (MAS); Falange Socialista Boliviana (FSB) y hasta el Nacional Socialismo Hitleriano.
Dicho acontecimiento corrobora la tesis, muchas veces expresada, que hasta en la física se hace realidad. “Una acción genera una inevitable reacción” Los bolivianos estamos marchando desde hace 18 años bajo las inconmovibles farsas de un inexistente racismo y discriminación, que encubre los actos de unos “reservistas morales” que, con vocación de electricistas, han tejido una red de circuitos del crimen, cuya tipificación excede el ámbito de la corrupción, para ingresar en el campo de la extorsión. Una banda de parafiscales que se hizo multimillonaria con el “laburo al susto”, generando ese inhumano hacinamiento de los penales con gente inocente que no puede pagar su libertad, porque el precio exigido es muy alto o porque políticamente se han convertido en trofeos de exhibición y escarmiento.
Lo más decepcionante es que los bolivianos tuvimos que erogar 300 millones de pesos, para poner en escena unas elecciones judiciales o sainete electoral, dizque dirigido a “renovar el poder judicial”, donde los disconformes que votaron nulo fueron la gran mayoría de compatriotas que no quisieron cohonestar esa farsa, que con impávida pertinacia siguió adelante hasta nombrar una gavilla de jueces y fiscales que hoy nos hacen pasar por las horcas caudinas, en medio de una telaraña delincuencial prolijamente tejida, donde lo único que no se descubre es a la araña que tuvo la habilidad de tejerla.
Estamos hastiados, irremisiblemente hastiados y ese tedio va sobrepasando toda nuestra capacidad de tolerancia. Un fastidio que nos hace coincidir con el gobierno, cuando de inventar golpes de Estado se trata, pero no por estar alineados con la derecha o con la izquierda, sino de rechazar cada vez más su gran capacidad de identificarse, tanto con los Diestros, como con los Siniestros.