Si bien la pandemia del covid-19 generó en la población mundial un cambio en los hábitos alimenticios y la búsqueda de productos más saludables, aún se desmerece el trabajo de quienes abastecen de esos alimentos a la mayoría de las ciudades.
Pese a la paralización de las actividades económicas en el mundo debido a los confinamientos, restricciones y cuarentenas impuestas por los Gobiernos para contener los contagios en la primera y segunda ola de la pandemia (2020), la agricultura familiar campesina e indígena no se detuvo y los pequeños productores comercializaron los alimentos.
Las familias buscaron mejores alternativas y diversificación de alimentos, con el objetivo de fortalecer su sistema inmunológico y así prever futuras complicaciones en la salud. La variedad y cultivos agroecológicos de los pequeños productores fueron las mejores opciones.
“En Bolivia como en muchos lugares del mundo, el tema de la crisis sanitaria ha despertado el interés de una gran parte de la población por la alimentación saludable y esto ha hecho que la gente se vuelque a este consumo, aunque aún nos falta mucho en lo que respecta a información y valorización a los productores”, manifiesta Enrique Torrejón, Coordinador del proyecto de sistemas alimentarios sostenibles (SAS) de Unitas.
Y es que frente a un modelo agroindustrial que no responde a las demandas de la población en términos de alimentación saludable y diversificada, se hace más urgente potenciar e incentivar a estos sistemas agroecológicos.
La emergencia sanitaria por el covid-19 evidenció que los sistemas alimentarios locales y agroecológicos son, socialmente equitativos y resilientes, “son de bajo impacto ambiental, resilientes al cambio climático, fomentan la economía local y son justos socialmente”, detalla.
Empero y pese a estas cualidades de la producción que viene de la mano de la agricultura familiar, se establece que aún una buena parte de los consumidores no valoran como se debe el esfuerzo y calidad de este sector.
“Por ejemplo, los consumidores tenemos el prejuicio de pensar que estos productos deben costar más barato, dado que llegan directamente del productor. Estamos acostumbrados a verduras baratas, porque muchas son importadas y con eso es muy difícil competir”, agregó Torrejón.
A esto se suma que los agricultores en el país tienen muchos obstáculos para comercializar sus productos. Entre ellos, la carencia de carreteras y medios de transporte y pocos centros de venta en las ciudades para su producción.
La ONU, a través de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) destacó la importancia de los pequeños agricultores para garantizar los alimentos sanos y diversos.
“Bolivia no escapa a este desafío. Aproximadamente 2,5 millones de personas dependen de unidades productivas de agricultura familiar, indígena o campesina y por tanto resultan directamente afectadas por los impactos del cambio climático”, detalla la FAO en un informe de 2021.
Por ello, se emprendió el proyecto “Entre verduras y comedores”, que tiene la prioridad de fortalecer niveles de articulación y diálogo colaborativo entre actores de la sociedad civil, instancias públicas nacionales y subnacionales, sector privado, academia y opinión pública, para la promoción e implementación de sistemas alimentarios sostenibles.
La campaña de “Sostenibilidad Alimentaria ante la Crisis Sanitaria” y el Proyecto “Entre verduras y comedores”, fue ejecutada por: Unitas, IICA, Indicep, ACLO Potosí y ACLO Chuiquisaca, con el apoyo financiero de la Embajada de Suiza y Solidar Suiza, en el marco del Proyecto Diálogos y Apoyo Colaborativo. (ANF)