El artículo citado por Jorge Edgar Zambrana Jiménez sostiene que luego que los chilenos han invadido el sitio para sustraer esa agua, se pueden apreciar in situ los trazados hechos por las empresas mineras chilenas, los que dirigen cada pequeño bofedal hasta un canal artificial de cemento que después se interna hasta perderse en suelo chileno.
Este recurso hídrico que nuestro país Chile ha canalizado clandestinamente, y convendría decir que primero lo hizo Edwards y luego continuó Luksic, corresponde a aguas fósiles atrapadas bajo las montañas con una edad que se estima entre cuatro y 14 mil años.
Vale decir: es un recurso no renovable y desde albores del siglo XX está siendo robado por la empresa minera Chuquicamata de nuestro país Chile.
Primero el agua servía para alimentar a los trenes de vapor del ferrocarril Antofagasta-Oruro que los Edwards utilizaban luego que Chile usurpó el litoral boliviano y, por el tratado impuesto, lo construyeron y entregaron a los bolivianos para sacar hasta el mar su producción de minerales desde Bolivia enclaustrada después de la invasión del Pacífico.
En resumen, la solución era la siguiente: Los Edwards manejaban el tren para sacar la plata desde Potosí, a través de dicha línea férrea y Bolivia ponía el agua para la alimentación de las locomotoras. El Gobierno altiplánico aceptó a regañadientes la propuesta, porque no podía rechazarla. Estaba en una situación desesperada sin salida al mar y los empresarios chilenos supieron sacar provecho de eso.
Así son los negocios o las guerras, podrán pensar muchos, y las aguas de los bofedales comenzaron a ser drenadas desde hace más de un siglo hasta la fecha sin ninguna clase de control, razón por la cual muchas partes del humedal ya se encuentran completamente secas.
Quizás si alguien tiene la culpa del deterioro ambiental, no son otros más que los bolivianos, porque si bien los chilenos han drenado el agua a su regalado gusto, nuestros vecinos de Bolivia nunca se preocuparon de supervisar la extracción, ni de siquiera colonizar la zona fronteriza, ni poner guarniciones militares.
Por lo que, tanto Edwards como Luksic, siguieron sacando agua aún después de que las locomotoras a vapor dejaran de existir a mediados de los años ´50, ya sin ninguna justificación más que la fuerza de las malas costumbres del robo.
Duele constatar empíricamente que nuestros empresarios chilenos no respetaron el mismo acuerdo que propusieron, utilizando a nuestro país para ello; pero luego de constatar la naturaleza de las aguas del Silala, llegamos a la conclusión de que este recurso que se ha transformado en un asunto de Estado, solo beneficia a la mega minería y los bolsillos de unos pocos. Es una ecuación donde ni siquiera los ciudadanos chilenos y bolivianos tienen arte ni parte.
Seguí recorriendo la frontera, y cuál no sería mi sorpresa al encontrar cañerías diseñadas para llevar clandestinamente agua desde el lado boliviano al chileno. Algunas de estas cañerías nacían en el lecho completamente seco de lagunas muertas hace decenas de años, sin que los mismos bolivianos, ni sus gobiernos ni militares tengan idea siquiera de que alguna vez nuestros empresarios se robaron esa agua.
Ubicación de bofedales
Las fuentes de las aguas del Silala están ubicadas en el cantón Quetena, provincia Sur Lípez del departamento de Potosí, entre los puntos de límite del Tratado de Paz y Amistad firmado en 1904: el Cerro Norte (Volcán Apagado) Nº 15, cerrito del Silala Nº 16 y el cerro de Inacaliri o del Cajón Nº 17.
Los recursos hídricos están en una hoyada y las vertientes se encuentran ubicadas a cinco kilómetros de la frontera con Chile. En la zona hay por lo menos unas 100 vertientes y el agua fluye en dirección de este a oeste, y se concentra en un cañadón, donde ingenieros chilenos realizaron obras civiles hidráulicas para recolectar las aguas bolivianas y distribuirlas por tuberías.