El oftalmólogo más reconocido del país afirmó, “He sido sorprendido, pero me voy contento”, declaró con su habitual sentido del humor para contar algunos éxitos de gestión y que él prefiere llamar “travesuras”.
Hasta el pasado miércoles 18 de mayo, cuando fue entrevistado en medio del paro de los trabajadores en salud, el doctor Moya no había recibido su memorándum de baja en la dirección del INO. Solo fue comunicado verbalmente y leal a la palabra que escucha, agarró sus objetos personales y dejó la oficina al sucesor, un anestesiólogo que trabaja en el mismo centro médico.
Erbol se contactó con la oficina de prensa de la Gobernación de La Paz para conocer las causas del sorpresivo cambio, pero el cuestionario enviado para el Servicio Departamental de Salud (Sedes) no fue atendido hasta el momento de esta publicación.
“Han pasado 10 años y también debo reconocer que estoy en la edad de pensar en la jubilación. Me voy contento porque estoy dejando un Instituto para que sobreviva unos 50 años”, manifestó al explicar que, en casi medio siglo de existencia, el Instituto tuvo cinco directores que en promedio duraron diez años.
Recuerda que hace 22 años cuando ingresó como médico – tras vencer un examen de competencia frente a siete ahijados (recomendados políticos) – había 13 médicos; hoy existen 40 profesionales con alta especialidad. Pondera el apoyo de la entonces ministra de Salud, Gabriela Montaño por los ítems asignados, salvo unos seis a siete médicos que aún trabajan bajo contrato.
También resalta las donaciones del exalcalde Luis Revilla y el exgobernador César Cocarico con diferentes equipos que han convertido al hospital en una clínica donde cada subespecialidad tiene un quirófano propio para atender operaciones de retina, cataratas, glaucoma, oculoplastía, oftalmopediatría, trasplantes de córnea, uveítis, baja visión y cardio metabólico.
“Ha sido una época fabulosa. Antes que sea director se atendía a 60 o 70 pacientes en la mañana y hubo una época, cuando me tocó ser director, por la necesidad de atender más gente habilitamos el turno de la tarde y se llegaron a atender a 450 pacientes en un día”, relata Moya en un frío consultorio asignado al público dentro el Instituto.
En lo económico, asegura que todo el dinero generado fue invertido en infraestructura y dice que, si le preguntaran dónde está ese dinero, con “mucho orgullo les mostraría: está ahí, en mejores profesionales, mejores equipos, capacitación del personal administrativo, enfermeras, una farmacia y una óptica que atienden a mucha gente con el mayor sentido de solidaridad”.
Dijo que uno de sus últimos planes que deja en carpeta, es construir en la parte posterior del actual Instituto, un edificio para que en cada piso se atienda una subespecialidad y el actual Instituto podría convertirse en el primer hospital oftalmológico pediatra y que solo atendería casos de emergencia.
“Ese era el último plan que pensaba desarrollar, pero he sido sorprendido (con el cambio), pero las ideas están ahí y yo creo que los que sigan podrán terminar esta labor que se necesita pensando solo en dar el mejor servicio a nuestra gente”, indicó Moya, uno de los primeros médicos que ostenta el grado académico de Doctor en Oftalmología obtenido en Brasil y que practica su profesión con alto contenido social y humanitario.
Otro de sus planes era forjar la apertura de consultorios oftalmológicos en los centros de primer y segundo nivel, para evitar que la gente madrugue por una ficha para hacerse medir lentes. Dijo que de la totalidad de pacientes que atiende el INO, el 60 % viene de El Alto, un 20 % de las zonas rurales y 10 % de otros lugares. Precisa que la idea era que el Instituto solo atienda casos más complejos y deje de medir lentes o atender enfermedades de conjuntivitis.
Estima que actualmente el INO realiza unas 3.000 cirugías por mes, pero él, fuera de su trabajo, lleva sus servicios a las zonas rurales como este fin de semana que visitó la población de Chulumani.
“Hasta aquí he llegado. He creado el Comité Nacional de Prevención de la Ceguera y he dejado un plan en el Ministerio de Salud, que siempre lo tiene bien guardado, sin darse cuenta que la primera necesidad es la asistencia oftalmológica. De los 12 millones de habitantes que tiene el país, la mitad necesita utilizar lentes. Casi 200 mil personas están ciegas por cataratas, glaucoma o por falta de trasplante de corneas. Ahí está el plan, solo falta de ejecutarlo con un poco de voluntad”, manifestó.
Recuerda que en más de 20 años de carrera realizó unas 1.200 actividades en toda Bolivia; hizo 65.000 operaciones por catarata, 30.000 de glaucoma y el resto por otras enfermedades, haciendo un aproximado de 100.000 personas operadas y tres millones de personas fueron atendidas en consulta, reseñó Erbol.
“Tal vez deje el Instituto, pero donde esté voy a seguir atendiendo a nuestra gente porque es una razón de vida. Estoy identificado con esta actividad, voy a seguir operando lo más que pueda, mientras pueda. Gracias a Dios, esta es una obra dirigida por él, porque cada vez que trabajamos aparecen condiciones y donaciones y eso se lo agradecemos a él”, afirmó.