Las organizaciones, a través de una carta dirigida recientemente a ambos gobiernos, señalan que no quieren una sociedad insensible y poco solidaria.
“Llamamos a que con la misma urgencia y en coherencia con estas iniciativas, se promuevan y fortalezcan políticas públicas dirigidas a responder a las necesidades de las poblaciones vulneradas de los países de acogida, para que en nuestro continente alcancemos condiciones de bienestar, justicia social, respeto y promoción de los derechos de todos sus habitantes”, se lee en una parte del documento.
Remarcan que las atribuciones de soberanía territorial de gobiernos abran sus fronteras a aquellos que buscan vivir en paz, en busca de la unificación de las familias y de ser una esperanza de vida.
“Que los gobiernos vean en las instituciones eclesiales y no eclesiales aliados para promover soluciones sostenibles, solidarias y dignas a la migración forzada. Que se promueva la asistencia humanitaria y las expresiones de solidaridad en las poblaciones de nuestros países, pero también el respeto a las costumbres y principios propios de los territorios en los extranjeros”, exhortan.
Aseguran que la migración, causada por la violencia, la pobreza, la intolerancia, el abuso de poder y la falta de justicia se han convertido en el Herodes de estos tiempos y han abierto una profunda herida en la región Latinoamericana. Miles de hombres y mujeres son impulsados a huir de sus países y hogares en busca de una vida digna.
“Por caminos peligrosos y clandestinos caminan hombres, mujeres, jóvenes y niños, con el temor constante de ser detenidos, de convertirse en víctimas de traficantes o de perder la vida en el intento. El hambre, la incertidumbre y la desesperanza, acentuados más aún por las actuales condiciones de pandemia sanitaria, son sus compañeros de viaje”, afirma la organización.
Aseguran que por años “han visto y acompañado los rostros de la migración forzada” y lamentan que en las últimas semanas se haya tenido que observar la situación de los migrantes en la frontera entre Chile y Bolivia.
“Hemos procurado ayudar y crear conciencia de esta realidad para no deshumanizarnos ni que entre nosotros se naturalice la violencia, la xenofobia, la exclusión, la explotación laboral, la trata o el tráfico o las muertes anónimas que les afectan, así no “globalizamos la indiferencia ante este drama”, alertan, publicó ANF.
Remarcan que la inacción e indiferencia no son opciones del cristiano, por el contrario, nos interpela que la aspiración de vivir con dignidad, se convierta en rechazo y violencia, que las políticas migratorias sean cada vez más restrictivas, que los pies descalzos encuentren alambres de púas, que la llegada al país de destino se convierta en militarización de fronteras, que la acogida sea sinónimo de expulsión, separación de familias y riesgo de sufrir detenciones o perder la vida.