“Los discordes en concordia, en paz y amor se juntaron y pueblo de paz fundaron para perpetua memoria”, frase que se lee en el escudo, de la que al momento de su fundación llevó el nombre de “Nuestra Señora de la Paz”.
Transcurridos los años, ya en la época republicana se la denominó «la Paz de Ayacucho», convirtiéndose esta ciudad en «cuna de la libertad y tumba de tiranos» y en el principal centro y motor del desarrollo de Bolivia.
Ya a principios del siglo, como sede del poder Ejecutivo, condición ganada después de la Guerra Federal, que enfrentó a chuquisaqueños y paceños, esta capital se encontraba en pleno auge, aunque mantenía su condición semirural.
Actualmente, la ciudad de La Paz registra una nueva etapa de su tradicional espíritu nacional y democrático. A lo largo de su existencia, en ningún momento el pueblo paceño dejó de lado esa característica que la convirtió en el blasón de la nacionalidad boliviana, para conducirla a nuevas metas de prosperidad.
Se trata, en efecto, no solo de una condición regional, sino de la vigencia de un espíritu de desarrollo que mira hacia el futuro y combate por llegar a él. La Paz nunca dejó de tener ese espíritu y siempre ha puesto en ese fin sus más caros sacrificios y voluntades y no solamente con objetivos teóricos, sino sustancialmente prácticos.
En su lucha por la nación, el pueblo paceño protagonizó el gran levantamiento popular del 16 de julio de 1809, que hizo posible que se proponga de hecho fin a la etapa colonial del entonces Alto Perú y pasar a la condición de nación.
En este nuevo aniversario de fundación, la ciudad de La Paz y sus habitantes mantienen invariable ese espíritu que en su himno proclama “que es el pueblo paceño blasón. Celebremos con grata armonía de valientes y libres la unión”.