La medida de presión se instaló desde el pasado viernes, luego que el presidente Luis Arce promulgara la Ley de Emergencia Sanitaria destinada a regular el precio de los medicamentos en farmacias, costo de atención a enfermos de coronavirus en clínicas particulares y prohibir la paralización de los servicios públicos en tiempos de pandemia.
Durante la homilía dominical, el arzobispo de Santa Cruz, monseñor Sergio Gualberti, se refirió al conflicto particular entre ambos sectores, que coincide con el inicio de la cuaresma que –según dijo– es un tiempo de sacrificios y renuncias para recuperar la esperanza por mejores días de vida para la humanidad.
“No es el momento de la confrontación ni de las medidas de presión, sino de diálogo abierto y sincero, a fin de alcanzar un acuerdo que garantice la atención a la salud y a la vida y la promoción del bien común de todos los ciudadanos”, dijo en su mensaje.
Igualmente exhortó a los católicos a cumplir las prácticas cuaresmales: el ayuno, la oración y la limosna, que son las condiciones y expresión de nuestra conversión que significa volver de todo corazón al camino de Dios, creer en el evangelio y renovar la fe en Cristo.
Afirmó que la práctica de la pobreza y la privación es el ayuno; la mirada y los gastos de amor hacia el hombre herido es la limosna; y el diálogo filial con el padre es la oración. Las tres condiciones permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante, manifestó.
Gualberti pidió reflexionar sobre la crisis general por la pandemia y preguntarse, cuántos hombres heridos habrá en nuestro alrededor, cuántos lutos, cuántos enfermos postrados en un lecho de dolor y cuántos empobrecidos por la crisis económica y la falta de trabajo.
Indicó que la cuaresma es la oportunidad para que estos hermanos, a través de los gestos y la ayuda solidaria y fraterna, y del compartir los frutos de nuestras privaciones, experimenten la cercanía del Señor que sana las heridas y hace renacer la esperanza de un nuevo porvenir, reflejó Erbol.
Invitó a vivir la experiencia de Jesús en el desierto, intensificando la oración, la meditación de la palabra de Dios y la vivencia de los sacramentos de la penitencia y eucaristía, para caminar por los senderos de la fidelidad que lleva a la dicha de la pascua.