Dijo que hay tantos hermanos bolivianos que dejan nuestro país y tantos otros hermanos migrantes que están en búsqueda de días mejores para ellos y sus familias, tal como se escucha en los medios de comunicación social que dan cuenta de cada historia dramática que interpelan a la comunidad internacional para que se frene la inaceptable crisis humanitaria en muchas zonas del mundo.
“La pérdida tan solo de una vida humana es siempre una tragedia”, afirmó en su homilía dominical donde celebró 50 años cumplidos como sacerdote al servicio del Señor y de la Iglesia, “llamado a ser un simple servidor de Dios, de Jesucristo, del Evangelio, de la Iglesia y de todos”.
Afirmó que dadas las circunstancias de la pandemia no se pueden exponer a los contagios, pero también cree que todo el pueblo de Dios de Santa Cruz quiere unirse a esa fecha tan importante en su vida, por eso agradeció al pueblo cruceño por el camino recorrido juntos durante 22 años.
Recordó que su experiencia de ser “Misionero en Bolivia” despertó su deseo de ponerse al servicio de una Iglesia. En 1979 fue enviado en Bolivia para unirse a otros sacerdotes de la diócesis de Bérgamo que desempeñaban su ministerio en el país.
Afirmó haber aprendido que ser misionero implica vivir el misterio de la Encarnación, a leer la Palabra de Dios insertada en la vida, la religiosidad, la cultura y la historia del pueblo de Dios y a asumir el caminar pastoral y las opciones de la Iglesia que peregrina en Bolivia, como es la opción preferencial y evangélica por los pobres, reportó Erbol.
El prelado manifestó que es mucho más lo que ha aprendido de los pobres de lo que ha podido dar: el sentido de la confianza en Dios, de la providencia, de la sobriedad, del valor de la esencial, de la comunidad y de la solidaridad. “En todo este camino simplemente he buscado hacer lo que el Señor me decía, descubrir y hacer que el tesoro de su presencia en los hechos de cada día y en la vida de las personas”, explicó en su mensaje de agradecimiento.