El 16 de julio se conmemora la Revolución de la Paz de 1809, cuando los insurgentes se levantaron en contra del dominio español, es un hecho histórico porque se cumplen los 212 años de la Revolución Independentista que marcó el segundo levantamiento en Bolivia en contra de la corona española y de ahí una consecuencia de sublevaciones en toda América Latina.
Pedro Domingo Murillo nacido en el Alto Perú del Virreinato del Río de la Plata (1757-1810) presidió la rebelión, reuniendo previamente a revolucionarios con ideales de independencia inspirados en la Revolución Francesa y la reciente Revolución de Chuquisaca suscitada en apoyo al Rey Fernando VII, prisionero de Napoleón. (Innovapress)
Con este grupo insurgente, Murillo aprovechó que en La Paz se celebraba la fiesta de la Virgen del Carmen y tomó el Cuartel de los Veteranos Españoles, adueñándose de sus armas para posteriormente llamar a un cabildo abierto y proclamar la libertad.
En este cabildo, se desconoció a la autoridad imperial: el gobernador Tadeo Dávila; y a la autoridad eclesiástica: el obispo Remigio de la Santa y Ortega; formando en su lugar una Junta Tuitiva presidida por Murillo.
Posteriormente, el 27 de julio, se publicó la Proclama de la Junta, con la autoría de José Antonio de Medina, en la cual se declaraba abiertamente la independencia de las colonias.
En esta fecha, también se publicó el nuevo plan de gobierno, compuesto por diez artículos y que se considera hoy en día como el primer estatuto constitucional de América Latina.
Es así que la Revolución del 16 de Julio de La Paz, se constituyó como la primera revolución abiertamente independentista de Iberoamérica, y la Junta Tuitiva formada como resultado, se convirtió en el primer gobierno libre de América del Sur.
Ante esta amenaza contra el régimen español, el Virrey Abascal de Perú, envió a La Paz un ejército de 5.000 hombres bajo el mando de José Manuel de Goyeneche, con el fin de sofocar los levantamientos suscitados por la Revolución.
Murillo, junto a 880 hombres, entre criollos, mestizos e indígenas, se prepararon para hacer frente a las fuerzas de Goyeneche, pero fueron abatidos posteriormente en la batalla de Chicaloma, tras haberse replegado a los Yungas al percatarse de la superioridad numérica del ejército enemigo.
Entre octubre, noviembre y diciembre de 1809, fueron apresados y condenados todos los cabecillas de la Revolución, incluyendo a Pedro Domingo Murillo, quien se había internado en el Valle de Zongo, tras la derrota de Chicaloma.
Finalmente, el 29 de enero de 1810 se cumplió la sentencia de muerte para los nueve cabecillas del Ejército patriota que lideraron la Revolución y posterior resistencia en contra del yugo español.
Fue en esta ocasión que Murillo pronunció su célebre frase: “Compatriotas, yo muero, pero la tea que dejo encendida, nadie la podrá apagar”, inmortalizando sus palabras como aquellas que darían inicio a la lucha por la independencia en todo Latinoamérica.
Hoy en conmemoración de este grito libertario, cada 15 de julio comienzan las celebraciones en La Paz, abanderando la ciudad, encendiendo la Tea de la Libertad y leyendo la Proclama de la Junta Tuitiva.
La celebración patriótica continua el 16 de julio con la Diana de Saludo en homenaje a la gesta Libertaria, y las ofrendas florales en el monumento a Murillo, ubicado en la plaza central que lleva su nombre.
La Paz, hoy por hoy es considerada la ciudad más importante de Bolivia, dado que es el centro del poder político donde confluyen todas las decisiones del país, es la amalgama de muchas confluencias sociales con un mismo espíritu de nacionalidad. Es el crisol de un amor desenfrenado de libertad. (Innovapress)