Con seguridad, nadie se imaginó que tendríamos que enfrentar este mortal virus, que se expandió con una velocidad increíble, llevándose por delante a millones de personas que fallecieron a consecuencia de esta pandemia que sorprendió al mundo entero, el sistema de salud en todos los confines del planeta no tenía el porte y capacidad para hacer frente a esta nueva peste que se presentó luego de muchos siglos de otras similares que también diezmaron gran parte de la población.
Nadie estaba preparado para hacer frente a este virus, que corrió por el mundo, como reguero de pólvora. Nuestra pesadilla en Bolivia empezó con la llegada de una connacional desde Italia.
La pandemia producida por el SARS-Cov2 ha supuesto un antes y un después, en la vida personal y laboral de los profesionales de Salud, al personal de enfermería le tocó protagonizar un papel crucial, a propósito de recordar su día en cada 12 de mayo.
Las enfermeras especialistas en Terapia Intensiva, tuvimos que convivir peligrosamente, con el covid-19 durante los casi dos años, protegiéndonos de contagiarnos con las gotas de la tos, los estornudos u otros fluidos corporales de los pacientes infectados y de las superficies contaminadas, soportando el calor de los equipos de protección personal, adaptados de acuerdo con los recursos de cada seguro, pijama de dos piezas, mameluco impermeables, doble guante, respiradores y gorro protector, muy incómodos, por lo que teníamos que aguantar el hambre o la necesidad de ir al baño, existiendo además, la probabilidad de contagiarnos al quitárnoslo, cosa que generalmente lo hacíamos solo al momento de salir del turno de seis horas o en la mayoría de 12 horas, durante las 24 horas ininterrumpidas del Servicio de Terapia Intensiva exclusiva para covid-19, relató Gladys Mendoza Canaviri, magister en Terapia Intensiva.
Cuando llegó el primer paciente, generó mucho temor en el personal de enfermería, y por supuesto cierto nerviosismo. Debemos destacar la actitud de servicio de las profesionales enfermeras, el manejo de sentimientos encontrados y la capacidad de hacer frente a la sensación de miedo e incertidumbre no solo propia, sino también la manifestada por los médicos, pacientes, como también sus familiares.
Cuando terminaban los turnos, retornábamos a casa con mucho temor, pensábamos en la familia y el peligro que corríamos los profesionales de salud de un posible contagio, lo único era pedir a Dios que nos proteja, rememoró Mendoza.