¿Sientes que estás a la altura de conseguir el objetivo que te has propuesto? Tal vez tengas en mente montar tu propia empresa o aprender a conducir, pero quizás dudas sobre tus capacidades para lograrlo. Si es así, esto señala que tienes una percepción de autoeficacia muy baja y débil, por lo que será poco probable que consigas lo que quieres.
Una de las mejores escenificaciones del concepto de autoeficacia fue durante el discurso de Obama en el marco de las elecciones a presidente de los Estados Unidos. Hablamos de su famoso “¡Yes, we can!” que se traduce como: ¡Nosotros podemos! Un mensaje positivo y motivador que si convertimos en nuestra mantra hará que el número de metas que nos propongamos disminuya en buena medida. Eso sí, si le otorgamos credibilidad. De esta forma, confiaremos en nuestras habilidades y en la capacidad que tenemos para afrontar las dificultades.
Si hay un psicólogo al que se le relaciona de manera íntima con este constructo es Albert Bandura. Este investigador desarrolló una teoría con la que señaló, entre otros postulados, que existen determinadas variables de la persona que influyen en su conducta y que están relacionadas con el sentimiento de autoeficacia. Una de ellas es precisamente el grado en el que el sujeto confía en sus capacidades o se cree eficaz para alcanzar un resultado.
No obstante, esto no es suficiente para sentirse válido y capaz. Por este motivo, a continuación abordamos 3 aspectos importantes para aumentar nuestra autoeficacia. Dedicándole el tiempo suficiente a cada uno de ellos conseguiremos alcanzar la mayoría de cosas que nos propongamos.
Ser realista
Es imposible que todo se nos dé bien, hay muchas cosas en las que tendremos que esforzarnos y trabajar. Ahora bien, esto no implica que no podamos conseguir nuestros propósitos en la mayoría de las ocasiones. Se trata de descubrir aquello que necesitamos desarrollar. Detectar nuevas habilidades en las que invertir nuestro tiempo para conseguir los objetivos marcados.
Para ello, tenemos que vernos de manera precisa y honesta y después, observar la meta a la que pretendemos llegar. ¿Qué tenemos a nuestro favor en estos momentos? ¿En que necesitamos enfocarnos? Lo importante es no desistir a la primera, antes hay que analizar, planificar y reflexionar. La mayoría de los sueños se consiguen con esfuerzo e ilusión.
Por otro lado, hay que asegurarse de que nuestras metas son alcanzables. Una vez esto está claro, es necesario que seamos conscientes de que su consecución llevará tiempo. Ganar experiencia en aquellos terrenos que aún están desiertos no se logrará de la noche a la mañana. Sin embargo, cuando miremos hacia atrás nos daremos cuenta de lo mucho que hemos avanzado.
Sin prisa, pero sin pausa
Una autoeficacia frágil se origina con prisas, huyendo hacia adelante en un intento de obtener por impulsos y a corto plazo eso que tanto deseamos. No saber esperar, precipitarnos, nos llevará directamente al fracaso. Las personas buscamos la satisfacción inmediata, que todo lo que queremos suceda ahora mismo. No estamos dispuestos a esperar meses e incluso años para conseguirlo.
No obstante, todo éxito se basa en la perseverancia. La progresión será mucho mejor que cualquier cambio repentino. Gracias a ella podremos crecer e ir aumentando nuestra autoeficacia. Es muy difícil lograr nuestros objetivos sin ella.
Cuando nos lanzamos hacia adelante de forma veloz, también es posible que regresemos al punto de partida igual de rápido.
Imaginemos que somos parte de un grupo de escalada. Si tenemos prisa por llegar a la cima, no nos fijaremos en cómo avanzamos. Puede que nos caigamos o que en determinados momentos nuestros nervios nos secuestren por no estar subiendo todo lo rápido que desearíamos. Sin embargo, seguiremos queriendo llegar deprisa. Y así, en algún momento nos bloquearemos y las dudas aparecerán para cuestionarnos si lograremos nuestra meta. No hemos prestado atención a nuestra autoeficacia y poco a poco se ha debilitado.
Ahora bien, si nos fijamos dónde apoyan nuestros pies y manos, cómo se agarran y sujetan, aprenderemos poco a poco qué nos funciona y qué no. A pesar de que nuestro ascenso sea lento, sabremos que tarde o temprano llegaremos a la cima porque estamos aprendiendo y creciendo, a medida que confiamos en nosotros mismos y en nuestros progresos. Incluso, es posible que tal vez nos caigamos, pero nos levantaremos y volveremos a intentarlo, sin dudas. Nuestro sentimiento de autoeficacia ha crecido a pasos agigantados.
El camino ofrece pistas
El camino que recorremos nos aporta pistas para dirigir nuestro rumbo. Solo necesitamos liberarnos de nuestra rigidez y abrir paso a nuevas alternativas para actuar de forma adecuada cuando nos encontremos con piedras y muros.
Si nos focalizamos en los obstáculos y perdemos el tiempo dándoles vueltas, nunca observaremos lo que se encuentra a su lado. Aceptar que nos confundimos y valorar nuestras rutas es siempre una opción que debemos tener presente. El miedo a fracasar no puede amedrentarnos.
Si pasa el tiempo y no avanzamos, por algo será. Hay que observar a nuestro alrededor porque a veces nada sucede como lo habíamos planeado y sobre todo, en nuestro interior. ¿De verdad nos creemos capaces y válidos? Puede que nuestro crítico interno no esté jugando una mala pasada y esté boicoteándonos a través de las dudas.
Para tener una autoeficacia alta es importante ser flexible para amoldarnos a las circunstancias, cambiar el rumbo escogido cuando no nos lleve a donde deseamos ir y abrir bien los ojos para darnos cuenta de lo que está pasando, de cuánta confianza nos otorgamos.
Si quieres tener una autoeficacia alta necesitas ser flexible. Tienes que aprender a amoldarte a las circunstancias, a cambiar de rumbo cuando el escogido no te lleva a donde deseas ir y a abrir bien los ojos para darte cuenta de lo que está pasando y no perder más el tiempo.
Nuestra motivación aumentará cuando valoremos nuestras acciones como eficaces. Pero para llegar a ello hay que hacer todo un trabajo previo. Si ejecutados todos los pasos pero tenemos dudas sobre nuestra capacidad, ¿por qué no nos detenemos para saber cómo nos estamos tratando? Quizás preguntar a las personas que nos rodean puede ayudarnos.