David Foronda H.
La falta de principio de autoridad en el país es notoria. Los últimos sucesos que se registraron en La Paz, cuando choferes sindicalizados de “minibuses”, de manera unilateral y arbitrariamente quisieron imponer su nueva tarifa fijada por ellos –su dirigencia– de 2,50 Bs en el transporte urbano a nivel central, lo dice todo. Y es que, por su afán censurable, agredieron a cualquier persona que se interpuso, hablando sobre todo de funcionarios municipales que, de una u otra manera, quisieron impedir ese cometido.
Ahora bien, ¿qué es el principio de autoridad? Una definición dice “el principio de autoridad es el que utiliza las palabras, hechos o recomendaciones de una persona que cuente con buena reputación en un determinado asunto, para incitarnos a tomar una determinada decisión, incluso en contra de nuestros intereses personales”. Asimismo, se puntualiza que “el principio de autoridad se basa en que la gente respeta todo aquello o a todo aquel que representa la autoridad, o sea un profesor, un policía, un político, el director general de una empresa, etc. Son figuras que representan autoridad y, por tanto, son figuras que ejercen persuasión en los demás”.
Se entiende, entonces, que para ejercer principio de autoridad prácticamente se requiere tener o gozar de buena reputación en cualquier ámbito, incluso en la familia, con el fin de que las palabras, las instructivas, el proceder, hagan que se origine en todos los demás una influencia sana y positiva. Pero se observa en estos últimos años, que eso no lo están pudiendo lograr justamente las autoridades públicas de los distintos niveles jerárquicos, dado que quizás la población ya no confía o no cree a plenitud en ellas. O debido a que han sido tan denigradas, que resulta difícil darles crédito.
Lo que sucede en las diversas instancias en el país, nos dice que, desde hace algún tiempo, tenemos un principio de autoridad resquebrajado, venido a menos. Sin embargo, éste también puede ser engañoso, mal utilizado, bajo el argumento de que “el maestro lo dijo”, ante lo cual, dicen otros “todos deben estar sujetos a las autoridades establecidas por Dios, incluso los individuos que están en posiciones de autoridad (Pedro 5:5). Cada uno es responsable ante Dios también por sus acciones, ya sea que tenga autoridad sobre otros. El carácter de Dios, que no puede ser engañoso, ni mentir, otorga a las Escrituras plena autoridad. La Biblia es La Verdad (Juan 17:17)”.
De ahí que, establecer un principio de autoridad sano, justo e imparcial, tendría que ser una tarea que debiéramos imponernos todos a fin de lograr mejores días para Bolivia y los bolivianos.
www.dafoheradio.online