Después del almuerzo, ayer en la ciudad de La Haya, al entonar la Marcha Naval, por unos momentos, políticos y autoridades bolivianas se olvidaron del puño izquierdo en alto, de sus ideologías partidarias, de sus colores, de sus odios, pero no de un único amor que los unió: Bolivia y su inclaudicable anhelo de volver a las costas del Océano Pacífico, usurpadas hace 139 años.
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