Señalando que el sistema político en Bolivia está recubierto por un “celofán democrático” que cubre un corazón autoritario, el expresidente Carlos Mesa Gisbert, afirmó que el país está cada vez más cerca de la dictadura, tomando en cuenta que en 17 años de gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), esta organización política pasó a ser un partido hegemónico con propuestas agotadas.
Mediante su blog personal, el exmandatario y líder de la principal fuerza de oposición en la Asamblea Legislativa, compartió los criterios expresados en una conversación sostenida con el experto en política de América Latina, Manuel Alcántara.
Consultado sobre los principales retos de Bolivia, en la actual coyuntura, Mesa apuntó que el más importante tiene que ver con la reconstrucción de un sistema democrático real, ya que el actual está recubierto por un celofán democrático que cubre un corazón autoritario, “estamos cada vez más cerca de la dictadura. En los últimos 18 años hemos tenido 17 años de gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), que nos ha llevado a tener un partido hegemónico que ya ha agotado sus propuestas”.
Agregó que, lo interesante en el período 2006-2015 tuvo que ver con la inclusión, la movilidad social, el fin del racismo y la discriminación, con una bonanza económica sin precedentes por el alza impresionante de las materias primas, este se terminó y la propuesta agotada del MAS envileció y vive en una cooptación con los llamados movimientos sociales.
“La oposición ha tratado de tener un espacio de afirmación y de alternativa en el ámbito legislativo, pero el MAS tiene la mayoría. En ese contexto, la opción que tenemos es la reconstitución de un modelo plural y de un sistema de partidos, el establecimiento de una institucionalidad democrática real.
¿Y qué elementos te preocupan de la política en la región?
El populismo tiene como elemento esencial y como objetivo básico, más allá de su retórica de carácter conceptual, la construcción de un espacio indefinido de poder, la destrucción de las instituciones. La polarización es la respuesta a la división, en el caso de Bolivia, entre el oriente, Santa Cruz y su pujante economía, y el occidente andino por un lado. Y por otro, el tema vinculado a la cuestión étnica y su encajonamiento político lo cual es un delineamiento dramático de lo que es la construcción de la política.
¿Crees que está habiendo un debilitamiento del patrón democrático en la región?
Desde el año 2000 hemos ido en declive. Hay un desbaratamiento de las instituciones democráticas, un debilitamiento de la libertad de expresión, del pluralismo y del diálogo, hay una profundización de la brecha de confrontación, un incremento de las noticias falsas como base fundamental de la construcción de escenarios, donde las posiciones se radicalizan cada vez más. Lo más dramático es la construcción de espacios cerrados y de burbujas donde se retroalimentan los prejuicios.
El proceso político electoral tiene que recuperar la alternancia en el poder, la independencia de poderes, su separación y la construcción de instituciones por encima de personas. Y esto, salvo un par de excepciones que han sobrevivido, se ha perdido o se está debilitando seriamente.
¿Cómo podrían revitalizarse los partidos?
Salvo casos como Uruguay, en el que la vieja tradición partidaria se mantiene, la mayor parte de los países de América Latina, no solamente han sufrido un debilitamiento de los partidos políticos, sino su literal desaparición y del sistema de pluralismo democrático a cambio de propuestas que son circunstanciales.
Hay que construir partidos más horizontales, partidos no de dogmas sino de causas. La causa ambiental, la causa de género, animalista, de la protección de la igualdad y la de una construcción de una economía nueva con alternativas diferentes que no impliquen un compromiso integral con una serie de normas como las que plantearía un sistema religioso.
Y a nivel internacional ¿qué problemas te preocupan?
Principalmente, tiene que ver con cómo va a responder Occidente a su propio problema de identidad que se está perdiendo. Los valores democráticos esenciales heredados de la Grecia clásica y de la construcción del siglo XX en los que Europa y los Estados Unidos han tenido un rol protagónico están en cuestión. Hoy, Occidente está siendo cuestionado por modelos alternativos de carácter populista que, más allá de su crítica que puede ser justa en muchas cosas, ponen en tela de juicio valores esenciales del pluralismo, del respeto a los derechos humanos y de la construcción de una sociedad entre iguales que fue el paradigma del que salió las Naciones Unidas después de la Segunda Guerra Mundial.
Yo puedo entender que hay cuestiones básicas vinculadas al poder total que ha ejercido Estados Unidos, o la mirada de Occidente sobre el resto del mundo, pero los valores esenciales de la Democracia, el pluralismo y los Derechos Humanos no pueden ser cuestionados. Y el gran problema es si los líderes europeos y estadounidenses tienen la capacidad de responder ese desafío.
¿Crees que la política es una profesión?
Lo es y debería ser un oficio del más alto rango, pero simultáneamente tienes una percepción, probablemente la más negativa de la historia reciente. En parte, porque hay una visión que desmerece la responsabilidad y la construcción de un espacio común democrático que tiene que ver con la tarea y el oficio del político, y en parte, porque esa desvaloración tiene un sentido de coherencia con muchos de los actos de políticos que no hemos estado a la altura de las circunstancias. Hay una desvalorización justificada de la política como instrumento del poder por el poder, como un instrumento de enriquecimiento y eso tiene que cambiar.
Estamos viviendo probablemente la crisis más dramática, ya no solamente en los países de América Latina, sino en los países desarrollados y en la cuna de la democracia, que ha enfrentado una serie de preguntas que no puede responder adecuadamente: incertidumbre, desorientación, fake news, procesos de populismo que están desestabilizando la construcción histórica de la democracia.
Y cómo expresidente y actual jefe de la oposición ¿qué atributos consideras imprescindibles para ejercer la política?
Primero honestidad intelectual, segundo una visión ética clara y tercero, un compromiso real y serio con la democracia que entiende la competencia y el pluralismo como camino para construir un espacio de poder. Pero no un espacio de poder por el poder mismo, sino un espacio de poder como alternativa de propuesta constructiva de lo que un país requiere en un determinado momento. Esta serie de elementos me parecen fundamentales como base para definir el camino hacia la política, sin desconocer que la política tiene complejidades y necesidades que a veces son confundidas entre pragmatismo y cinismo, como si no estuvieran vinculadas a la ética.
¿Qué personalidad de la política te ha impresionado particularmente?
En América Latina, el expresidente Fernando Enrique Cardoso fue un hombre que viniendo de la izquierda entendió el proceso de la modernidad y entendió el proyecto latinoamericano como elemento fundamental de la construcción de una sociedad nueva. Es decir, no atado a dogmatismos y a cuestiones de fe, sino atado a la realidad cotidiana y a la vinculación de la democracia como elemento central.
Pero el paradigma del político de raza y de respeto es Nelson Mandela. Mandela fue un ejemplo fundamental para entender la complejidad de reconstruir una sociedad quebrada. El símbolo más interesante que plantea es la fusión de las dos banderas para definir la realidad de una sociedad que se entiende como una totalidad y no como dos fragmentos enfrentados.