Rodrigo Regalsky es docente de maestrías y experto internacional en trading y criptoactivos
Imagínate, en un futuro no muy lejano, podríamos estar contando anécdotas a nuestros nietos: «¡Sí, usábamos billetes de papel! y pagábamos impuestos porque nos lo decían, como ovejas siguiendo al pastor». Será difícil explicarles por qué confiábamos en gobiernos que manejaban el dinero de forma arbitraria, cuando la realidad de ellos será todo lo contrario: transparente, descentralizado y basado en tecnologías seguras.
Para muchos, un billete de papel es sinónimo de valor, pero en realidad no es más que un acuerdo colectivo, todos aceptamos que ese pedazo de papel tiene un precio. Ahora, piense en las criptomonedas. Son un equivalente digital del dinero, pero sin necesidad de bancos ni gobiernos. Funcionan gracias a la tecnología blockchain, que es como un libro de contabilidad transparente y seguro que está en millones de computadoras al mismo tiempo. Sin embargo, a diferencia del dólar, nadie puede imprimir más a voluntad. Este pequeño detalle las convierte en una amenaza directa al sistema financiero tradicional.
La Orden Ejecutiva firmada hace poco el 23 de enero de este año por el nuevo presidente Donald Trump, titulada «Fortaleciendo el Liderazgo Americano en Tecnología Financiera Digital», marcó un punto de inflexión. En ella, Estados Unidos no solo abandona el concepto de un dólar fuerte, sino que elimina de cuajo los CBDC (monedas digitales del banco central). En cambio, apuesta por un sistema descentralizado basado en criptomonedas privadas. La decisión se justifica como un intento de «devolver el poder al pueblo». Irónico, ¿no?
Tras la reelección de Trump, la economía global está hecha un desastre. Estados Unidos sigue acumulando deuda como si hubiera premio para el más endeudado y su política exterior está tambaleando. La guerra comercial con China subió tanto, a un nivel que: «ya ni soja compran», mientras que los BRICS (con Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, más sus nuevos compinches) armaron su propio club financiero para ignorar al dólar con su moneda respaldada por recursos naturales, ¡y van a toda máquina!. Y el euro, aunque no está en su mejor momento, sigue siendo el salvavidas de Europa. Allá las monedas digitales van lentas y parsimoniosas, por no decir en contrasentido de las tendencias globales, pero lo seguro es que el dólar, antes el rey, ahora está viendo cómo se queda fuera del baile.
Pero volvamos a la decisión de Trump de abrazar las criptomonedas. Aunque muchos lo ven como una jugada audaz, también es un reconocimiento implícito de que el sistema basado en el dólar ya no da para más.
La proyección de las criptomonedas es clara, un mundo donde el poder no está en manos de gobiernos centralizados, sino de individuos. Las ciudades dejarán de ser gobernadas por burocracias para convertirse en comunidades regidas por preferencias personales y manejadas por algoritmos digitales. Imagínese viviendo en Marte, en una ciudad que funcione como un hotel de cinco estrellas: si las reglas no te gustan, agarras tus cosas y te mudas a otra. ¿Impuestos? Solo si estás de acuerdo con el servicio que recibes. Este sistema, impulsado por tecnologías financieras avanzadas, podría redefinir por completo lo que entendemos como gobernanza.
La era del dólar fuerte ha terminado, y con ella, posiblemente, la forma de gobierno que conocemos. El futuro no será perfecto, pero sí más libre. Y cuando alguien se acerque y le pregunte: ¿qué papel jugó usted en este cambio?, usted podrá responder: «Yo fui parte de los que dejaron el papel verde atrás y abracé la libertad digital».