Los testimonios corresponden a migrantes rescatados a mediados de julio por el ‘Geo Barents’, el barco que opera la ONG en la zona central del Mediterráneo. Por esas mismas fechas, la Unión Europea y Túnez ultimaban un acuerdo de asociación estratégica con un paquete de financiación de hasta 1.000 millones de euros.
El punto de inflexión se sitúa en febrero, cuando el presidente, Kaid Saied, pronunció un discurso en el que vinculaba a los extranjeros con la violencia. “Fue entonces cuanto todo cambió”, explica Achille.
Fátima traslada una impresión similar, ya que si bien antes de que hablara el presidente Túnez ya estaba mal, después todo empeoró. Los migrantes coinciden en que se inició una ola de violencia que derivó en abusos por parte de las autoridades, incluidas expulsiones colectivas y ataques perpetrados por la propia población local.
“Una mañana me levanté y vino el dueño de la casa y me dijo: ‘El presidente dijo que los africanos tenéis que iros a casa. Ya no podemos acoger africanos’”, cuenta Fátima.
Mamadu, de 17 años, da cuenta igualmente de ataques y robos. “En Túnez nos decían: ‘Aquí no necesitamos negros’”, explica en declaraciones recogidas por MSF.
LA UE CÓMPLICE
Túnez desplazó a Libia como principal punto de partida de las embarcaciones que intentan llegar a Italia, lo que derivó en un mayor acercamiento tanto de autoridades italianas como europeas. MSF teme que en este caso se repitan los gestos que ya se produjeron hace años con Libia.
El coordinador general de Operaciones en el Mediterráneo de MSF, Juan Matías Gil, advirtió que el acuerdo que está ahora sobre la mesa «replica las peligrosas políticas migratorias de la UE que cada vez ‹incentivan› más a terceros países para aumentar la disuasión y la contención de las personas que intentan llegar a Europa».
Este pacto, añadió, amparará con impunidad y sistematizará la violencia contra los migrantes en Túnez. Según Gil, la UE se convierte en cómplice de lo que ocurre en Túnez, fruto de unas políticas migratorias irresponsables que, en su opinión, ponen en último lugar el bienestar y los derechos de las personas en movimiento y las atrapan en ciclos de violencia, abuso y desesperación. (Europa Press).