Luego de mostrarse como una víctima de una red ilegal de reclutadores de mercenarios, el gobierno de Cuba pareciera haber cambiado de posición y ahora asegura que no impedirá que sus ciudadanos se alisten en el ejército ruso para luchar en Ucrania.
“No tenemos nada en contra de los cubanos que sólo quieren firmar un contrato y participar legalmente en esta operación con el ejército ruso”, dijo el embajador cubano en Moscú, Julio Antonio Garmendia Peña.
Sin embargo, apareció una grieta importante dentro del gobierno de la isla. Su jefe, el canciller Bruno Rodríguez, apenas unas horas más tarde rechazó enfáticamente la posibilidad de que los cubanos participen como mercenarios en la invasión rusa a Ucrania.
Una semana antes, el gobierno cubano había detenido a 17 personas por cargos relacionados con una red de traficantes de personas que supuestamente atraía a jóvenes cubanos para que sirvieran en el ejército ruso. En ese momento informó que las autoridades estaban trabajando para “neutralizar y desmantelar” la organización que, según dijo, operaba tanto en suelo cubano como en Rusia.
Si bien no dio los nombres de los acusados, aseguró que el líder del grupo se apoyó en dos personas residentes en la isla para reclutar ilegalmente a los jóvenes. El fiscal José Luis Reyes explicó que los implicados en el escándalo podrían ser castigados con hasta 30 años de prisión, cadena perpetua o pena de muerte, dependiendo de la gravedad y el tipo de delitos, que van desde el tráfico de personas.
Aunque esta versión fue contradicha por los testimonios de algunos de los al menos, 189 jóvenes cubanos que firmaron los contratos con el ejército ruso, cuyos pasaportes fueron obtenidos por Infobae y publicados la última semana.
También dijeron que habían sido contactados en la isla por dos mujeres cubanas y un traductor ruso que les hicieron firmar pre contratos y les entregaron los pasajes para viajar a Moscú. Dos de ellos denunciaron que los engañaron al decirles que iban a trabajar en la reconstrucción de casas en las zonas ocupadas de Ucrania, sin mencionarles que serían enviados al frente de guerra.
El grupo de hackers conocidos como “Resistencia Cibernética” que opera para el ejército ucraniano logró infiltrarse en la red de reclutamiento y consiguió las copias de los pasaportes de 189 jóvenes cubanos que fueron contratados en La Habana para combatir en Ucrania. Este es el último grupo que viajó a Moscú entre julio y agosto, pero no son los únicos. Muchos más hicieron el mismo itinerario marcado por la red de reclutadores desde febrero de 2022.
De acuerdo a los testimonios de algunos de los jóvenes reclutados que se difundieron en las redes sociales, fueron conectados en La Habana por una mujer cubana y un funcionario ruso que les hicieron firmar un primer documento en ruso que los comprometía a combatir en Ucrania. Esa persona los conectó con “empleados” del Gobierno cubano que les entregaron en pocos días su pasaporte, algo que no es habitual para cualquier cubano medio y es un trámite que puede tomar meses. También les entregó un pasaje de la aerolínea Aeroflot que tiene un vuelo que hace una ruta alternativa entre el aeropuerto Juan Guadalberto Gómez de Varadero, la ciudad turística exclusiva para extranjeros, y el aeropuerto Sheremetyevo de Moscú. Viajaron en grupos de entre 10 y 30 jóvenes por vuelo.
Desde Moscú, los mercenarios cubanos fueron enviados a Tula, una ciudad a 156 kilómetros al sur de Moscú, donde se encuentra la unidad más importante de las fuerzas aerotransportadas del ejército ruso. Allí los recibió el mayor Anton Valentinovich Perevozchikov, quien les retuvo el pasaporte y les hizo firmar el contrato por dos períodos de seis meses. Las copias de esos pasaportes son las que fueron obtenidos por los hackers de Resistencia Cibernética.
De acuerdo a fuentes de inteligencia ucranianas, toda esta red de reclutamiento fue coordinada por el gobierno ruso con la coronel del ejército cubano Mónica Milián Gómez, la actual agregada militar en Moscú e hija del fallecido general de división Roberto Milián Vega, que combatió en la revolución junto a Raúl Castro.
Los contratos prometen “un pago único en efectivo por valor de 195.000 rublos”, 1.979 dólares, a los cubanos que firmen para servir en la zona de la “operación militar especial” (el eufemismo del Kremlin para referirse a la invasión de Ucrania) y pagos mensuales de 204.000 rublos al mes, 2.071 dólares, dependiendo del rango, junto con varias prestaciones conyugales y familiares.
Los convenios especifican que una vez finalizado los dos períodos de seis meses, si vuelven a firmar otro contrato similar, además de su sueldo los mercenarios podrían acceder a viviendas a expensas del Ministerio de Defensa de Rusia a través del sistema de acumulación y préstamos hipotecarios; una vivienda de servicio o compensación de alquiler; exámenes, tratamiento y rehabilitación gratuitos en instituciones médicas militares; un seguro de vida y salud a expensas del presupuesto federal; y el derecho a una pensión preferencial después de 20 años de servicio. También tienen incentivos y moratorias fiscales, así como plazas financiadas por el Estado para que sus hijos estudien en universidades rusas.
Un funcionario ucraniano con conocimiento del funcionamiento de la red de reclutamiento ruso-cubana, aseguró a The Intercept, que evidentemente la gente de Putin está desesperada por conseguir mano de obra barata para evitar lanzar un nuevo reclutamiento obligatorio en Rusia.
Claro que ambos bandos en este conflicto cuentan con mercenarios en sus fuerzas. Ucrania tiene una legión de voluntarios extranjeros con más de 20.000 combatientes provenientes de todo el mundo, unos 1.000 de varios países latinoamericanos que también reciben un salario similar al de cualquier otro soldado ucraniano de su mismo rango. En las filas rusas, se sabe de la participación de soldados sirios y asesores militares iraníes, también batallones de serbios, así como combatientes entrenados en varios países africanos por los mercenarios del Grupo Wagner.
Entre los mercenarios registrados por Perevozchikov también aparece uno de nacionalidad colombiana, Juan Pablo Díaz Romero. Del examen de los pasaportes filtrados resalta el rango de edad que van desde el mayor de todos, Elder Luis González, de 68 años, al menor, Yoender Raúl Mena Álvarez-Bouilla, cumplió los 18 en marzo pasado. También hay hermanos gemelos: José Antonio y Luis Antonio Sable González. La mayoría proviene de La Habana (81), le siguen los de Villa Clara, con 29 hombres; Santiago de Cuba (21); Guantánamo (11); Holguín y Pinar del Río, nueve cada uno.
Al menos dos de los cubanos reclutados, Andorf Velázquez García y Alex Vegas Díaz, ambos de 19 años, publicaron un video en Facebook en el que denunciaron que los llevaron engañados a Rusia y que por negarse a combatir en el frente se encontraban en la retaguardia dentro de Ucrania en la condición de “enfermo”, sin pasaporte ni dinero “para poder regresar a Cuba”, asegura Andorf.
“El régimen comunista cubano pretende que no tiene nada que ver con este ‘tráfico de personas’”, dijo el presidente del comité de relaciones exteriores del parlamento ucraniano, Oleksandr Merezhko, en X, la plataforma antes conocida como Twitter. “En realidad, este régimen totalitario está del lado del agresor”. El Departamento de Estado también se ocupó del tema. Un portavoz, en Washington, dijo que la Administración Biden está “preocupada por los informes que alegan que jóvenes cubanos han sido engañados y reclutados para luchar por Rusia en su brutal invasión a gran escala de Ucrania”. “La necesidad de Rusia de utilizar el engaño para atraer a combatientes extranjeros indica tanto su debilidad militar como su desprecio por la vida humana”.
Sorcha MacLeod, profesora de la Universidad de Copenhagen e integrante del comité de la ONU contra el reclutamiento de mercenarios, cree que los jóvenes cubanos que se enrolan en el ejército ruso lo hacen como la gran mayoría de los mercenarios en las guerras que se desarrollan en este momento en el mundo: por razones económicas. “Es por desesperación”, dice la profesora MacLead. “Lo muestran todas nuestras investigaciones. Es una salida a las necesidades que padecen ellos y sus familias. Van a jugarse la vida porque no tienen otra salida en sus propios países. Es morirse en vida en su tierra o intentar sobrevivir en una guerra y regresar con una pequeña fortuna para los estándares de sus países”. (Infobae).