“Me miraba al espejo y no me podía reconocer, tenía toda la cara hinchada mis ojos morados y rojos de sangre por dentro, mis manos con moretones e hinchados, mis brazos negros de los moretones que venían desde el hombro hasta el dedo meñique de mi brazo derecho. Pensaba que estoy viva de milagro, había soportado golpes por más de seis horas mientras manejaba en una carretera totalmente vacía, en medio del frío del altiplano boliviano”, relata Laura, nombre convencional, que lucha por encontrar justicia.
Laura había decidido rehacer su vida tras terminar una relación de más de 20 años con el padre de sus hijos. Casi un año después conoció a Luis (nombre convencional). Con una nueva ilusión, amada, empezó su historia con el sujeto con quien creyó que empezaba a construir un futuro. No obstante, las cosas resultaron muy diferentes para ella.
Era el 3 de noviembre de 2021, Laura había viajado hasta Potosí para recuperar su vehículo que le había prestado a su pareja. Al promediar las 16:30 empezó el viaje de retorno a La Paz, pensaba hacerlo sola pero Luis decidió volver con ella.
En el trayecto, cuando todo parecía ser una jornada tranquila, su pareja empezó a agredirla psicológicamente queriendo hacerla sentir “basura”. Poco a poco esa situación se fue tornando más agresiva hasta llegar a la física, más de una vez fue obligada a suplicar por su vida de rodillas, mientras Luis la apuntaba con un arma.
No solo soportó golpes, sino jaladas de cabellos, insultos y hasta sintió las manos de su agresor entre sus piernas agrediendo sus partes más íntimas. Más de seis veces tuvo que frenar en seco para mantener el control de su motorizado. A más de tres meses del hecho, Laura no sabe si lo peor fueron los golpes o las agresiones verbales.
“Al fin y al cabo las heridas del cuerpo tardaron en curarse unos 20 días, pero las heridas del corazón y el alma no creo que se pasen jamás, he perdido la alegría de vivir”, advierte.
Laura pensaba que esas cosas les pasaban a otras personas, era imposible creer que le pase a ella porque su papá jamás la golpeó y nunca se percató que vivía en un entorno violento.
“¿Cómo un hombre me va a golpear?, pensaba que estas cosas le pasan a las personas con muy poca educación, aquellas que no se pueden expresar con palabras y deben recurrir a los golpes, son cosas que solo se ven en las noticias, una puede pensar eso o muchas cosas más, pero jamás se te ocurre que pueda pasarte”, dijo.
Un amigo, que indirectamente fue víctima de su agresor, hizo que Laura se diera cuenta que era presa de un ciclo de violencia.
“Llamarlo (a su amigo) fue una de las cosas más acertadas que pude hacer cuando caía en un espiral de dolor donde solo se veía oscuridad, sabía que necesitaba agarrarme de algo pero no tenía capacidad de hacerlo, como describe el círculo de la violencia, cuando se llega al momento de los golpes ya estás aislada de tus seres más queridos, amigos cercanos, familia y cualquier persona que te podía haber dado señales de alerta, y además te sientes culpable y con mucha vergüenza, así que no recurres a nadie por ayuda”, advirtió.
Laura recuerda que cuando se dio cuenta de todo lo que vivió, pensó cómo llegó a esos extremos, y a la fecha no encontró una explicación lógica, solo se sintió más culpable y más sola.
“Soy una mujer profesional, con estudios académicos muy altos, irónicamente trabajé por más de 20 años en temas relacionados con la salud y pienso ¿cómo he podido ser embaucada con todo lo que siempre supe que había que prevenir?”, señala.
En ese marco advirtió que las mujeres van entrando al ciclo de la violencia de a poco, sin darse cuenta. Refiere que todos los casos son muy similares, los agresores actúan de una manera muy similar en todos los casos y a pesar de que todo está escrito, que hay cientos de advertencias, la víctima actúa en una caída libre a un hueco oscuro de dónde le será muy difícil salir o saldrá muerta.
UNA MÁS
Después de leer varias historias similares a la suya, Laura asegura que los agresores en un principio son personas encantadoras que enamoran como nunca antes lo hicieron.
“En mi caso yo venía de una relación muy tortuosa por muy largo tiempo, donde no hubo agresiones físicas pero sí agresión psicológica, por lo que ahora me doy cuenta que mi autoestima estaba por los suelos, ya había escuchado mil veces, de mi primera pareja, que jamás nadie me querría, que era una persona insoportable, que estaba loca y mil cosas más, por supuesto más feas, y obviamente físicamente quién se podía fijar en mí si yo era muy fea, gorda, bajita y todos los defectos que una mujer podía tener. Si escuchas eso por más de 20 años te lo terminas creyendo y es más cuando conocí a este mi agresor, casi no podía creer que alguien se enamore de mí de esa manera, yo estaba convencida de que realmente era imposible enamorarse de mí, en fin a pesar de que me miraba al espejo y yo no me veía tan fea, supongo que me han convencido de lo contrario, bueno de eso se trata la violencia psicológica, de hacerte sentir basura y que no vales nada, y aunque te tratas de convencer de lo contrario al final de una u otra manera lo terminas creyendo”, lamentó.
“Para mi agresor el camino estaba casi hecho, había encontrado una mujer a la que ya la habían devastado psicológicamente por lo que meterme a la espiral del maltrato y violencia fue muy fácil, teóricamente yo sabía que estaba mal, que me griten que me insulten, pero había que guardar la esperanza de que eso iba a cambiar, que todo volvería a ser como en un principio. Todo empieza de a poco, primero es una agresión casi imperceptible, luego se disculpan diciendo que son sus problemas que no volverá a pasar y demás, luego quieren darte celos diciendo que te van a cambiar por otra mujer porque obviamente tu ‘no vales nada’ o ‘eres la mujer más problemática del mundo’ y no importa cuán linda o fea en realidad seas, o cuan joven o vieja o cuan flaca o cuan gorda, la historia es exactamente la misma, por lo que nunca pero nunca crean que no valen nada, porque no es así, con seguridad siempre hay algo o muchas cosas que te hacen única, y una persona adorable, no perdamos nunca nuestra autoestima, nuestro amor propio porque ese es el primer paso para entrar en un ciclo de violencia”, advirtió.
DENUNCIA
Laura recuerda que le costó mucho poner la denuncia, lo más irónico es que sentía pena por él, pese a que la golpeó hasta casi matarla, la humilló de todas las formas posibles y aun así sentía compasión.
“En su declaración dijo que yo me había auto-flagelado y que lo mismo hacía en mi relación anterior con mi exesposo y que él lo sabía porque yo se lo había contado, nada más lejano a la verdad, y paralelamente me hace llegar un mensaje de disculpas, donde me dice que lo perdone y que espera él algún día sentir paz y que lo que le pasaba se lo merecía”, contó.
AMENAZAS
Después de haber denunciado a su agresor, la justicia ordenó que el sujeto vaya con detención preventiva, por cinco meses, al penal de San Pedro de La Paz. Tenía sentimientos encontrados, por una parte se sentía segura porque al estar detenido su agresor ya no podría atentar contra su vida, por otro lado sentía temor porque había concluido que su expareja tenía contactos que ponían su vida en riesgo.
No pasó ni una semana que su expareja estaba detenido y empezó a recibir una serie de amenazas y extorsiones.
Le empezaron a llegar mensajes de WhatsApp indicándole que tenían fotografías y videos íntimos y que si no “reconocía” (pagaba), esas imágenes serían enviadas a medios de comunicación y a todos sus contactos.
Desde hace meses los mensajes con contenido pornográfico fueron constantes, al no obtener respuesta los contenidos empezaron a llegar a su entorno más cercano.
“Tenía vídeos grabados de mí, de cuando peleábamos, y yo llorando, donde le pido que no me filme que es ilegal hacer eso, y con toda premeditación hacia las grabaciones para utilizarlas para decir que estoy loca, obviamente mandó a todos los que pudo. A pesar de ya tener orden de protección y alejamiento, aun así lo ha seguido haciendo mientras pudo”, lamentó.
Laura está segura que esto es solo el inicio de la batalla, que como en todos los casos se prolongará. Asegura que en Bolivia la justicia es complicada, y a pesar que hay más de 110 víctimas de feminicidio por año, las autoridades no brindan las garantías a las personas que denuncian violencia, y mucho menos a las mujeres que no denuncian porque no cuentan con los recursos económicos ya que la gratuidad de la justicia solo se da para los acusados, las víctimas deben cumplir varios protocolos antes de lograr que un abogado del Estado las patrocine.
“Yo creo que hay muchos casos que no están denunciados por muchos factores y porque la violencia está normalizada en nuestro país. Precisamente hoy leí un comentario de uno de sus amigos (de su agresor) en las redes sociales que dice, “…espero que safes de esto hermano… y todo por patear a una c…”, es decir, ¿entre algunos hombres golpearnos no debería tener ninguna consecuencia? ¿la culpable es la “c…” que te denunció? ¿o la “c…” que se dejó pegar?”, lamentó.
En ese marco, Laura considera que la batalla no es solo contra el agresor, sino también contra una sociedad que tiene normalizada la violencia, contra una justicia que avanza lenta y esperar que dictamine lo que indica la Ley 348.
“Hoy, tres meses después sigo firme en la batalla, ya me contacte con grupos que trabajan contra la violencia machista, quienes de cierta manera me ayudaron. Recibo amenazas desde la cárcel de San Pedro diariamente, con fotos de contenido sexual escabroso, amenazan a mi familia, a mis hijos y padres, y al no encontrar respuesta en mi a sus extorsiones lograron llegar a mi padre, lo que me provocó mucha vergüenza, ya que a pesar que yo no aparezco en ninguna de las fotos enviadas, el contenido de las amenazas y de la imágenes enviadas son realmente desproporcionalmente grotescas”, dijo.