El 16 de julio de 1809, el pueblo paceño, al mando de Pedro Domingo Murillo inició una insurrección y expulsó del poder político del Estado colonial español a una casta que imponía un sistema de opresión económica, política y religiosa, en función de su enriquecimiento y destinado a empobrecer a los verdaderos dueños del territorio.
El levantamiento popular fue de proyección tanto local como internacional y a la par que el gobierno cayó en manos de los sublevados, el poder político español fue expulsado en su integridad, dándose así comienzo a una era de independencia nacional y democrática. Tras la expulsión del imperio ibérico, se produjo el derrumbe de todo el dominio español en Sudamérica.
La insurrección del 16 de julio no fue espontánea, sino producto de larga preparación, por un grupo de patriotas que consideraban la acción revolucionaria como medio para producir muevas condiciones materiales y espirituales, señalando objetivos generales con claridad. Reiteramos que tal rebelión popular no fue improvisada. También debía tomar el gobierno y lograr una transformación del coloniaje a la nación soberana y del feudalismo a la democracia más amplia posible. Siguiendo esos lineamientos, el pueblo debía armarse y formar un ejército capaz de combatir contra las fuerzas armadas españolas, que fueron enviadas desde Lima, capital virreinal, por el virrey Abascal, al mando del criollo José Manuel de Goyeneche, con la misión de aplastar la insurrección a sangre y fuego. En efecto, el arequipeño llegó al Alto Perú y, después de varias batallas con el ejército de rebeldes, ingresó a la ciudad revolucionaria y, finalmente, apresó a Murillo y sus seguidores. Muchos fueron ahorcados en la plaza que hoy lleva su nombre.
Pero con la victoria de la insurrección paceña, la estantería colonial se derrumbó como castillo de arena. Le siguieron los levantamientos populares en Buenos Aires, Cochabamba, Oruro, Potosí, Santa Cruz, Beni y otros. Solo resistió al embate Lima, capital de Perú. Enseguida, la debacle española siguió en Uruguay, Brasil, Chile, Paraguay, Ecuador, Colombia y otros, siempre siguiendo los objetivos de lucha de la Revolución paceña del 16 de Julio.
Pese a que fue frustrado ese levantamiento, el Alto Perú (hoy Bolivia) siguió la lucha durante quince años, siguiendo siempre con su condición de vanguardia del desarrollo histórico nacional, hasta conseguir la fundación de la República de Bolivia. Poco a poco fue venciendo obstáculos y derrotando a follones y malandrines del mundillo político, como lo hizo el 15 de enero de 1871 para derrotar al tirano Mariano Melgarejo, o el 10 de abril de 1899, cuando derrocó a los oligarcas, en el Segundo Crucero de Paria. Asimismo, recordemos la defensa de Bolivia en las guerras del Acre y del Chaco, la revolución del 9 de abril de 1952 y otros episodios históricos hasta llegar al presente, cuando las consignas patrióticas de Murillo siguen vigentes en su plenitud.