El socavón del Paso Exprés de Cuernavaca parece un crisol de los males del México moderno. Un agujero se abrió en el asfalto de una carretera recién inaugurada a una hora de la capital. Un boquete de cinco metros de profundidad que se llevó dos vidas, las de un padre y un hijo que murieron asfixiados, bajo toneladas de tierra, encerrados en su auto.
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