Desde que el presidente ruso Vladimir Putin lanzó el asalto a Ucrania el 24 de febrero, el Ejército ruso han sufrido grandes pérdidas y su avance se ha estancado en gran medida, con largas columnas de soldados detenidas en los suburbios de Kiev.
Sin embargo, las tropas rusas han asediado ciudades, reduciendo a escombros las zonas urbanas, y en los últimos días han intensificado los ataques con misiles contra objetivos dispersos en el oeste de Ucrania, lejos de los principales campos de batalla en el norte y el este del país.
Ayer, el Ministerio de Defensa ruso dijo que había destruido un gran depósito subterráneo de misiles y munición de aviación en la región occidental de Ivano-Frankivsk utilizando armas hipersónicas, misiles que pueden viajar a una velocidad cinco veces superior a la del sonido o más.
Las autoridades ucranianas afirmaron el sábado que no han observado cambios significativos en las últimas 24 horas en las zonas del frente, y señalaron que las ciudades de Mariúpol y Jersón, en el sur, e Izyum, en el este, registraron combates especialmente intensos.
Más de 3,3 millones de refugiados han huido de Ucrania a través de su frontera occidental, y otros 2 millones se han desplazado dentro del país. Se siguen realizando esfuerzos para evacuar a los civiles de las ciudades sitiadas a través de “corredores humanitarios”.
Las sanciones occidentales sin precedentes, destinadas a paralizar la economía rusa y asfixiar su maquinaria bélica, aún no han logrado detener lo que Putin llama una “operación especial” para desarmar a su vecino y “desnazificarlo”. Kiev y sus aliados lo han calificado de pretexto infundado para la guerra.
CHOQUE DIALÉCTICO
En un tono desafiante, Putin prometió el viernes a las multitudes que ondeaban sus banderas en un estadio de fútbol en Moscú que Rusia “cumpliría absolutamente todos nuestros planes”.
Horas después, Zelenski dijo que la negativa a comprometerse tendría un precio muy alto para Rusia.
Analistas occidentales dicen que Putin parece haber subestimado la resistencia a la que se enfrentaba en Ucrania, donde civiles que nunca habían disparado un arma hasta hace unas semanas se unieron a las fuerzas regulares para defender su país.
En un centro de entrenamiento en Odesa, un pintoresco puerto del Mar Negro y un vibrante centro cultural, jóvenes profesionales aprendían a manejar las armas y a aplicar primeros auxilios a las heridas del campo de batalla.(REUTERS)