A pesar de que la variante ómicron ha aumentado rápidamente las infecciones por covid-19, la atención se centra una vez más en los anticuerpos y, con razón, científicos trabajan en vacunas de células T, insumos médicos que podrían ser clave para la inmunidad a largo plazo.
Los anticuerpos desempeñan un papel fundamental en la lucha contra los virus y son importantes para evitar que el coronavirus infecte nuestras células.
Esta es la razón por la que algunos países han montado campañas de vacunación de refuerzo en respuesta a los recientes aumentos repentinos de covid-19, con el fin de incrementar los niveles de anticuerpos.
Pero hay un problema. Los anticuerpos contra la covid-19 no persisten tan bien, de ahí la necesidad de refuerzos.
De hecho, si bien estas inyecciones adicionales mantienen una buena protección contra la covid-19 grave, se estima que las personas que reciben una tercera dosis de la vacuna de Pfizer verán caer su protección contra el desarrollo de síntomas de covid-19 (de cualquier grado) del 75 % al 45 % durante las diez semanas siguientes a su refuerzo.
Los científicos cuestionaron si recargar permanentemente los anticuerpos, solo para verlos disminuir pronto, es una estrategia sostenible.
Si queremos desarrollar una inmunidad duradera a la covid-19, tal vez sea el momento de analizar nuevamente nuestra respuesta inmunitaria más amplia.
Los anticuerpos son solo una parte de nuestro intrincado y entrelazado sistema inmunológico. Específicamente, tal vez sea hora de que nos concentremos en las células T.
CÉLULAS
Cuando el cuerpo está infectado, digamos con un virus, responde produciendo glóbulos blancos llamados linfocitos. Los tipos principales de linfocitos son las células B, que producen anticuerpos, y las células T, que apoyan la producción de anticuerpos de células B o actúan como células asesinas para destruir el virus.
Algunas células T y células B también se convierten en células de memoria de larga duración que saben qué hacer si se encuentran con la misma infección nuevamente.
Las células B y las células T ven el virus de diferentes maneras.
En términos generales, las células B reconocen las formas en el exterior del virus, creando anticuerpos que se traban o acoplan con ellas (un poco como dos piezas de rompecabezas que coinciden).
En cambio, las células T reconocen fragmentos de los aminoácidos que componen el virus, incluyendo fragmentos que normalmente se encuentran en su interior.
Cada virus tiene muchas características únicas, tanto por dentro como por fuera. La respuesta inmune de una persona puede acabar produciendo una variedad de células T y células B que, entre ellas, atacan una amplia gama de esos rasgos.
Esto a veces se llama “amplitud de respuesta”. Una buena amplitud de respuesta involucra a muchos linfocitos diferentes que ven diferentes partes del virus, lo que hace que sea muy difícil para el virus ocultarse completamente.
Ómicron preocupó a muchos investigadores porque una parte clave de su estructura externa a la que se dirigen los anticuerpos, la proteína espiga o spike (en rojo en la primera imagen arriba), tiene muchas mutaciones, lo que reduce la capacidad de los anticuerpos para unirse al virus y neutralizarlo.
Sin embargo, debido a que las células T se enfocan en otras partes del virus, es posible que tales mutaciones no impidan identificarlo.
De hecho, datos preliminares que aún están pendientes de revisión por pares, sugieren que este es el caso.
Esto es tranquilizador, porque la proteína espiga del virus ha cambiado mucho durante la pandemia, lo que sugiere que siempre podría estar mutando fuera del alcance de los anticuerpos.
Sin embargo, las células T deberían ser menos susceptibles a la mutación viral. Las células T diseñadas para combatir la covid-19 también parecen durar mucho más en el cuerpo humano que los anticuerpos.
EFECTO
Ya sabemos mucho sobre el papel crítico de las células T en otras infecciones virales.
Este conocimiento sugiere que, contra la covid-19, una buena respuesta de las células T no solo es necesaria para ayudar a las células B a producir anticuerpos, sino que también debería crear células T asesinas que puedan reconocer ampliamente el coronavirus, protegiendo contra múltiples variantes.
Todavía se está recopilando evidencia sobre la covid-19 y las células T. Sin embargo, gradualmente se está volviendo más claro que las células T parecen jugar un papel importante en esta enfermedad.
Se demostró que la generación de células T ampliamente reactivas, que reconocen una variedad de características virales, está asociada a una fuerte respuesta contra la enfermedad.
En particular, la generación de buenas cantidades de células T asesinas ampliamente reactivas parece hacer que la covid-19 sea menos grave.
Por el contrario, una respuesta deficiente de las células T se asocia con peores resultados para los pacientes.
De hecho, se ha descubierto que algunas personas que han tenido covid grave tienen defectos persistentes en su respuesta de células T.
Muchos estudios que demuestran la eficacia de las células T en el caso de la covid-19 tienen una característica común: la necesidad de una amplia gama de respuestas, con células T (y células B) que reconozcan múltiples características del virus.
Se cree que esta podría ser la clave para experimentar una enfermedad más leve. Esta amplitud podría incluso extenderse más allá de este coronavirus específicamente.
El virus que causa covid-19 es un betacoronavirus, y hay varios betacoronavirus que ya nos infectan, incluidos los que causan el resfriado común.
Las características compartidas entre estos virus que causan el resfriado y la covid-19 pueden significar que las células T que ya teníamos contra el resfriado nos están protegiendo ahora contra el coronavirus. Se están descubriendo indicios de esto tanto en adultos como en niños. (BBC Mundo)
Proteína espiga
Muchas de las vacunas diseñadas hasta la fecha, incluidas las de Moderna, Pfizer y AstraZeneca, se han centrado en un solo objetivo principal del coronavirus: su proteína espiga.
Estas vacunas han sido tremendamente efectivas en la generación de anticuerpos. También estimulan una respuesta de células T a la proteína espiga.
Pero ahora que entendemos más sobre el papel de las células T, la importancia de tener una respuesta amplia de estas células y el problema de la disminución de anticuerpos, tal vez deberíamos considerar reenfocar nuestras estrategias de vacunas y dirigirlas a generar células T y a apuntar a más de una proteína.
Hay investigaciones en esta dirección que se completaron los primeros ensayos clínicos de vacunas que pueden desencadenar respuestas de células T auxiliares y asesinas mucho más reactivas, y varias otras vacunas de células T también están entrando a la etapa de ensayos clínicos.
Estas vacunas de células T podrían ser la clave para fortalecer la inmunidad existente y generar una protección duradera contra síntomas graves generados por variantes del virus que causa covid-19.
Si esto es así, esas vacunas serían una contribución fundamental para ayudar al mundo a convivir con la covid-19 en forma más segura.