Las fuerzas militares rusas y los rebeldes separatistas han aumentado en las últimas horas la presión sobre la ciudad de Mariupol, una localidad portuaria del sureste de Ucrania. En caso de caer en manos de Rusia, le permitiría avanzar en la creación de una franja que conectaría el Donbás con la península de Crimea.
El portavoz del Ministerio de Defensa ruso, Igor Konashenkov, afirmó ayer que las fuerzas apoyadas por Moscú han «estrechado su círculo sobre Mariupol», según la agencia Interfax.
Los rebeldes prorrusos, de hecho, ya habían pedido a la población que abandonase la zona, dando de plazo hasta el miércoles antes de recrudecer sus ataques.
Mariupol, a orillas del mar de Azov, alberga uno de los puertos comerciales más grandes de Ucrania. En esta ciudad viven casi medio millón de personas que ya han comenzado a sufrir los estragos de los bombardeos en suministros básicos.
«Nos quedamos sin luz otra vez y nos quedamos sin agua otra vez», ha lamentado su alcalde, Vadim Boichenko, tras dar parte de los daños sufridos en algunas infraestructuras, según la agencia de noticias Ukrinform.
Organizaciones como Médicos Sin Fronteras (MSF) y el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) aumentaron su respuesta en la zona, donde hay ya miles de desplazados. Intentan cubrir sus necesidades más básicas en un contexto de máxima incertidumbre.
Yulia, madre de siete hijos, cuenta al CICR que necesitan «comida, ropa, pilas y todo en general para el día a día». En su caso, huyó justo cuando empezaron los bombardeos, como muchas familias. También Nataylia expresa las mismas carencias, desde un refugio habilitado para unas cien personas en el centro de Mariupol: «Necesitamos de todo». (Europa Press)