Los festejos en las calles ya comenzaron y se esperan unas cinco millones de personas en las calles y en el “Sambódromo”. Esta edición 2023 es especial, por el regreso pleno luego de la pandemia y la salida del Gobierno de Jair Bolsonaro.
A Vera Lúcia da Silva no le cabe más purpurina en el cuerpo: esta empleada doméstica de Río de Janeiro está lista para dar rienda suelta a su alegría con el pleno regreso del carnaval callejero, tras la pandemia y un período sombrío para la cultura con el ex presidente Jair Bolsonaro.
“Para los cariocas, el carnaval es todo lo que está bien, el pueblo mezclado en la calle, todos felices”, dice Da Silva, de 58 años, en el desfile del tradicional “bloco” Céu na Terra, una de las 400 comparsas autorizadas a desfilar en Río este año.
El popular carnaval de Río, que ocurre simultáneamente en las calles y el llamado “Sambódromo” ubicado al lado del estadio Maracaná, en el centro geográfico de la ciudad, fue cancelado en 2021 por la pandemia. En 2022 la alcaldía autorizó los desfiles de las scola do samba, pero la fiesta callejera regada con cerveza, música y purpurina debió esperar.
Tras dos carnavales marcados por el covid-19, Rio recupera su carnaval pleno y se dispone a celebrar “la vida y la democracia”, dijo el alcalde Eduardo Paes, al entregar simbólicamente las llaves de la ciudad al personaje del Rey Momo, rito que da inicio oficial a los festejos.
Además de ser el primer carnaval sin restricciones, muchos brasileños celebran este año el fin de la presidencia del ultraderechista Bolsonaro, que promovió recortes presupuestarios en la cultura. Bolsonaro fue derrotado por un estrecho margen por el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones de octubre de 2022.
“Es un renacimiento” luego de un período oscuro, dice Péricles Monteiro, uno de los fundadores de Céu na Terra (El cielo en la tierra), que esta semana retomó sus desfiles bajo el tema “Están volviendo las flores”.
“Nos sentíamos sofocados como grupo cultural, como ciudadanos políticos, por la inseguridad de la crisis sanitaria y las muertes de la pandemia”, agrega Monteiro, que dirige a los 200 miembros de la orquesta.
El color de este verano en Río se expresa en sus trajes rebosantes de flores y en la alegría del público que los sigue cantando en cortejo por las calles estrechas del barrio Santa Teresa, uno de los más pintorescos de las ciudades maravillosas.
Como es costumbre, sus disfraces derrochan creatividad y, algunos, sátira política.
Los profesores Amelia Crespo, de 44 años y Caique Torres, de 57, vistieron una camisa amarilla de la selección de fútbol aludiendo a los seguidores de Bolsonaro autodenominados patriotas, que tras su derrota se instalaron frente a los cuarteles pidiendo una intervención militar.
“Somos los patriotarios, queremos carnaval por encima de todo, cachaça dentro de todos’”, afirma Crespo, ironizando sobre el principal lema bolsonarista: “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”.
FIESTA Y POLÍTICA
“Brasil vivió un período en que el poder político era contrario al carnaval”, explica Adair Rocha, director del departamento de Cultura de la Universidad del Estado de Río de Janeiro.
Por eso, este año los desfiles ocurren en un clima “de alegría, de vuelta a la democracia”, sostiene Rocha.
“El carnaval en sí es una expresión de democracia, de celebración de la vida. Por eso, en él no cabe ninguna expresión de autoritarismo”, agrega.
Durante la campaña electoral, Lula se reunió con representantes de las escuelas de samba, y según los medios locales, podría acudireste año al Sambódromo, algo que oficialmente todavía no se confirmó.
Su esposa, Rosangela “Janja” da Silva, será madrina de la vieja guardia de la Scola Imperatriz Leopoldinense y dijo que apoyará la reactivación de sus proyectos sociales en las favelas de Río.
En los galpones de la Ciudad de la Samba, donde las agrupaciones preparan sus suntuosos desfiles, se respira una dosis extra de optimismo.
“Sentimos que la cultura vuelve a ser valorizada. Será el carnaval de la redención, de la esperanza en un futuro mejor”, dijo Tarcisio Zanon, director creativo de la Scola Viradouro.
Cinco millones de personas en las calles
La alcaldía espera este año cinco millones de personas para el carnaval callejero, y un movimiento estimado de 4.500 millones de reales (USD 880 millones) en la economía local, incluida una ocupación hotelera prevista superior al 95%. La Liga Independiente de las Escuelas de Samba (LIESA) espera un público de 100.000 personas por noche en el Sambódromo, contando los más de 70.000 espectadores que caben en el recinto y los integrantes de las 12 escuelas.
El entusiasmo es palpable en el barrio de comercio popular Saara, en el centro de Río, meca de las lentejuelas, pelucas, faldas de satén y sombreros de todo tipo.
“La gente está con las ganas de festejar, atragantadas después de dos años. Lo que más buscan es ropa leve para el calor de Río de Janeiro”, dice el vendedor Marcelo Rodrigues.
Rodrigo Carvalho fue en busca de “brillos, abanicos y una visera” para resguardarse del sol. Con protesta política o por pura diversión, “El carnaval de calle es el alma brasileña”, sostiene Caique Torres. “La vida es dura y la fiesta es la posibilidad del encuentro. Cada pueblo tiene su fiesta por excelencia y la nuestra es el carnaval”.
EN EL SAMBÓDROMO
Las agrupaciones tienen entre 60 y 70 minutos para desfilar por la Avenida Marqués de Sapucaí (nombre oficial del Sambódromo) e impresionar a los jurados, que analizarán categorías como tema del desfile, samba, batería de percusión, trajes y carrozas.
Con sus trajes brillantes, sus carros gigantes y su danza frenética, las scolas, nacidas en las favelas de Rio, cuentan diferentes historias. En los últimos años, denunciaron de forma más o menos explícita al gobierno de Bolsonaro, criticado por haber socavado los derechos de las minorías. Y en los desfiles de este año, que empezaron a preparar a principios del pasado, vuelven a abordar temas sociales y políticos, como las raíces africanas de Brasil, personajes emblemáticos de la samba o las tradiciones culturales de la desfavorecida región del noreste.
“El carnaval es un espejo de Brasil en diálogo con la cultura popular”, dijo Leandro Vieira, director artístico de Imperatriz Leopoldinense. “Es un momento en que Brasil ya sea en la cultura popular o en el campo político, precisa reafirmar aquello que tiene de mejor. No es una coincidencia, es la luz luego de las tinieblas”, agregó. Así, Imperatriz hablará de Lampiao, el más famoso bandolero en la historia de Brasil, considerado un héroe por unos y un mero bandido por otros.
Mangueira, otra de las scolas más populares de la historia rendirá homenaje al estado de Bahia y sus raíces africanas, y contará entre sus más de 3.000 componentes con la nueva ministra de Cultura, la cantante Margareth Menezes. Al menos otras dos scolas traerán a la pasarela culturas del noreste, como Mocidade y Tuiutí. Mientras que Grande Rio, campeona del desfile en 2022, homenajeará al cantante Zeca Pagodinho, ícono vivo de la samba y la cultura carioca de música, cerveza helada y amistad. Y la tradicional Portela celebrará su centenario con un “enredo” sobre su propia historia. En tanto Salgueiro recordará al “carnavalesco” Joãosinho Trinta, quien modernizó los desfiles de Rio a fines de los 80 introduciendo carrozas ostentosas y otras propuestas osadas. (Infobae).