Kiev.- El aumento de la tensión derivada de la acumulación de tropas rusas junto a la frontera de Ucrania mantiene en vilo a Europa, donde todas las miradas se centran en una única cuestión; la posibilidad de una invasión en el marco de un conflicto cuyas raíces son muy profundas.
En lo que parece convertirse en una guerra por el momento no declarada, las partes mantienen las puertas abiertas al diálogo sin dar su brazo a torcer en las cuestiones fundamentales: Rusia insiste en que su despliegue es “normal”, mientras la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) mantiene, al menos de momento, su intención de dejar las puertas abiertas a la inclusión de nuevos miembros en la alianza.
La situación comienza a adoptar la forma, según los expertos, de una guerra híbrida entre dos potencias que intentan cimentar su área de influencia en el marco de una estrategia geopolítica que pasa por mantener fija su postura frente a la cuestión ucraniana.
En este sentido, la ubicación del territorio ucraniano resulta de vital importancia: comparte frontera con Rusia y la Unión Europea y ha presentado un panorama cultural, político y socialmente tensionado desde hace décadas.
Si bien tanto Moscú como Kiev han acordado mantener el alto el fuego en el este de Ucrania, donde las milicias separatistas prorrusas se enfrentan a las fuerzas ucranianas desde 2014, año en el que Rusia se anexionó Crimea, los rebeldes siguen pidiendo a Vladimir Putin el envío de armas para hacer frente al Ejército ucraniano.
Esta anexión de Crimea ante el vacío de poder provocado tras el Euromaidán supuso un punto de inflexión en la crisis entre las partes. Ya entonces, tanto Estados Unidos como la Unión Europea (UE) recurrieron a la imposición de sanciones en respuesta a las acciones de Rusia, lo que ha llevado al Kremlin a acusar en reiteradas ocasiones a Washington de avivar las tensiones en la zona.
Ahora, Moscú insiste en que no tiene intención de invadir Ucrania, si bien recalca la necesidad de que la OTAN impida la inclusión de Ucrania entre sus filas. Sin embargo, los documentos remitidos al Gobierno ruso no parecen introducir propuesta alguna y se limita, en teoría, a rechazar las propuestas anteriores tendiendo la mano al diálogo en una situación cada vez más estancada.
Desde Estados Unidos insisten en que las sanciones podrían repercutir en el propio Putin, en caso de que fuera necesario, y amenazan con hacerle pagar un “alto precio” en caso de que dicha invasión se materialice. A pesar de que la postura de Washington resulta más agresiva, desde la UE tratan de apaciguar las aguas al descartar la inminencia de un posible ataque.
En Europa las partes tratan además de hacer resucitar el formato de Normandía, con el que Rusia y Ucrania, junto a Francia y Alemania, han estado buscando poner fin a la guerra en el este del país, sin obtener resultados. No obstante, y aunque muchos consideran que las exigencias de Putin son imposibles de aceptar, han coincidido en la urgencia de mantener la vía diplomática como piedra angular de sus comunicaciones.
CUESTIÓN
ENERGÉTICA
La crisis de Ucrania incluye un fuerte componente energético que ha abocado a Biden a buscar una alternativa a la dependencia de Europa del gas ruso y lo llevará a mantener conversaciones con numerosos líderes a nivel mundial.
Fuentes cercanas al asunto revelaron al diario estadounidense «The Washington Post» que Estados Unidos ya ha mantenido conversaciones sobre este asunto con proveedores de gas natural del norte de África, Oriente Próximo y Asia, así como a nivel nacional.
Algunos países europeos temen que cualquier sanción económica contra Rusia pueda repercutir en su sistema energético, mermado de por sí a causa de la crisis provocada por la pandemia de coronavirus. Esta cuestión de ha convertido en un arma de doble filo, y la dependencia de Alemania del gas ruso limita las opciones de Europa a la hora de negociar en el marco de la crisis. (Europa Press)