La inseguridad alimentaria aumentó por la sucesión de crisis de los últimos años, desde los conflictos a las tragedias climáticas pasando por la pandemia de covid-19 o el aumento del coste de la vida, con graves consecuencias para las poblaciones de Afganistán, Burkina Faso, Chad, República Democrática del Congo, Etiopía, Haití, Kenia, Madagascar, Níger, Nigeria, Somalia, Sudán del Sur, Sudán y Yemen.
El director general de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Qu Dongyu, advirtió que la situación probablemente se deteriorará aún más en 2023, por lo que hacen falta medidas de emergencia para salvar vidas y atajar las causas subyacentes de la desnutrición aguda.
La ONU aboga por avanzar en materia de alimentación, pero también en agua, sanidad, protección social y saneamiento, dentro de una batería de prioridades planteadas dentro de un plan de acción conjunto que requiere de más inversión, así como de que esta llegue cuando antes. El director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos, David Beasley, se expresó en este sentido: “Debemos actuar ya y debemos actuar juntos”.
Por su parte, la directora ejecutiva del Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF), Catherine Russell, señaló que la cascada de crisis complicó la alimentación de millones de niños e hizo más difícil que accedan a servicios básicos.
«La desnutrición aguda es dolorosa para un niño y en algunos casos, puede llevar a la muerte o a daños permanentes para el crecimiento y el desarrollo. Podemos y debemos revertir esta crisis de nutrición mediante soluciones demostradas para prevenir, detectar y tratar la desnutrición aguda de manera temprana”, añadió.
El director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, incidió en que «la crisis alimentaria global es también una crisis sanitaria», así como «un círculo vicioso» en el que ambos frentes se retroalimentan. «La desnutrición lleva a enfermedades y las enfermedades llevan a desnutrición», explicó. (Europa Press).