San José.- Cuando se le preguntó sobre los tres días que pasó en una prisión nicaragüense en 2018 por protestar contra el presidente Daniel Ortega, Tania Cadena señaló las cicatrices blancas en su brazo y su frente, luego apartó sus labios para revelar un molar faltante.
«Para mí parecían como 3,000 años», dijo la exestudiante de Medicina de 24 años, quien ahora vive exiliada en la capital costarricense, San José.
Para Cadena y muchos otros jóvenes que huyeron de Nicaragua a raíz de la represión de las protestas antigubernamentales en 2018, la reelección de Ortega a un cuarto mandato consecutivo este mes significa que sienten que todavía no pueden volver a casa.
La elección del 7 de noviembre fue catalogada por Estados Unidos y otros países como una farsa después de que Ortega, un exguerrillero marxista, encarcelara a sus rivales políticos antes de la votación.
Cadena dijo que fue arrestada en 2018 en una casa en Managua donde se escondía con otros estudiantes que se manifestaban, y fue acusada de terrorismo, vandalismo y posesión de armas.
Mientras estuvo detenida en la prisión El Chipote en la capital nicaragüense, Cadena dijo que fue golpeada y violada por unos 30 agentes de policía, quienes, según dijo, le vertieron plástico derretido en el brazo. Luego de dos meses y medio de embarazo, Cadena dijo que perdió a su hijo debido al abuso.
Afirmó que nunca fue acusada formalmente, pero la liberaron después de tres días con la condición de que accediera a no salir de su casa. Algunas semanas después se escabulló por el patio trasero de su domicilio y se dirigió a la frontera con Costa Rica, según su relato.
Reuters no pudo verificar de forma independiente los detalles del caso de Cadena. La presidencia de Nicaragua no respondió a una solicitud de comentarios sobre sus acusaciones de maltrato. La policía pidió a Reuters que dirigiera preguntas al Ministerio de Relaciones Exteriores de Nicaragua, que no respondió de inmediato.
Human Rights Watch, la oficina de derechos humanos de Naciones Unidas (ONU) y otros grupos de derechos dicen que las autoridades nicaragüenses abusaron frecuentemente de los prisioneros durante la represión de 2018 y 2019.
Los médicos entrevistados por Human Rights Watch dijeron que trataron a decenas de personas que mostraban signos de daño físico consistentes con el abuso y la tortura descritos por los detenidos, incluidas violaciones y descargas eléctricas.
Ortega ha dicho que las acusaciones de tortura en las cárceles nicaragüenses son mentiras destinadas a dañar la imagen de la nación centroamericana.
Cadena dijo que teme que la encarcelen nuevamente si regresa a Nicaragua. Desde mayo de este año, cerca de 40 políticos, periodistas y otros críticos del mandatario han sido arrestados y encarcelados por acusaciones de traición, según Amnistía Internacional.
Cadena tiene una entrevista de asilo en Costa Rica programada para abril, según la notificación oficial vista por Reuters, y dijo que está decidida a terminar sus estudios de Medicina en Costa Rica o en otro lugar.
«No me quiero quedar estancada», dijo, y agregó que su objetivo es convertirse en cardiocirujana y eventualmente traer esa experiencia de regreso a Nicaragua. «Sé que cuando vuelva a mi país, va a estar arruinado».
Para muchos jóvenes nicaragüenses que aún se encuentran en el país, el miedo a la represión se suma a las preocupaciones sobre encontrar un empleo en una economía que se contrajo casi un 9% en los últimos tres años, dijo el sociólogo y economista nicaragüense Oscar-René Vargas, radicado en Costa Rica.
Estimó que 100,000 jóvenes ingresan al mercado laboral cada año en Nicaragua, pero menos de la mitad pueden conseguir trabajo.
Estados Unidos registró un récord de 58,510 nicaragüenses que ingresaron este año, cuadruplicando el máximo anterior en 2019, según cifras de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza.
En la vecina Costa Rica, las solicitudes de asilo aumentaron este año a casi 40,000, y algunos nicaragüenses atravesaron los llamados puntos ciegos en la frontera para evitar ser detectados por las autoridades de Nicaragua. Muchos estudiantes persiguen carreras profesionales cuya presencia es esencial para la fuerza laboral a largo plazo.
«Es una manera de perder cerebro del país, y que limita la potencialidad de crecimiento de Nicaragua», explicó Vargas.
Jarot Rodríguez, de 21 años, quien estudiaba optometría en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, solicitó asilo en Costa Rica, donde está tomando clases de inglés. Su hermano de 19 años emigró recientemente a Estados Unidos, señaló.
«Para la gente que está en Nicaragua, es resignarse (…) o irse», dijo Rodríguez.
“SOMOS UNA AMENAZA”
Las fuerzas de seguridad de Ortega atacaron deliberadamente a estudiantes durante la represión de 2018 porque impulsaron una ampliación del movimiento de protesta, dijo Alan Guerrero, de 22 años, coordinador de la agrupación Alianza Juvenil y Estudiantil de Nicaragua.
«Somos una amenaza para el Gobierno y por lo tanto somos los primeros que tenemos que exiliarnos», dijo Guerrero, también ahora radicado en Costa Rica, donde reinició su carrera en diplomacia y asuntos mundiales mediante clases en línea en una universidad nicaragüense.
Manuel Orozco, director del programa de migración del grupo de expertos Diálogo Inter-Americano, dijo que la represión de Ortega y la crisis económica en curso hacen que Nicaragua se deslice aún más en la escala de desarrollo.
La pobreza en Nicaragua empeoró durante la pandemia de COVID-19, aumentando a 14.6% este año, según el Banco Mundial. Tiene la segunda tasa de pobreza más alta de América Latina, después de Haití.
«Nicaragua va a seguir retrocediendo en lugar de ir hacia adelante, volviéndose más como Haití», dijo Orozco, y señaló que ambos países están atrincherados en crisis políticas prolongadas sin un punto de inflexión a la vista.
Cadena dijo que a pesar de los horrores que soportó, estaba orgullosa de haber enfrentado al gobierno autoritario de Ortega, incluso dando primeros auxilios a los manifestantes heridos. El día que la arrestaron, activistas acudieron a las redes sociales para pedir su liberación.
Los recuerdos de los tres días en El Chipote la persiguen, convirtiendo el sueño en «tortura», dijo.
Pero el plan de reunirse con su hermana de cinco años en Nicaragua, que también quiere ser doctora, es para Cadena una motivación para reconstruir su vida. «Tengo que curarme», dijo. «Tengo que prepararle un mejor país». (Reuters)