Los Cayos (Haití).- Después que un devastador terremoto derribó decenas de miles de casas en Haití, algunos residentes han empezado a rehacer su vida, recogiendo chatarra de los escombros para revenderla y llegar a fin de mes y están “tratando de sobrevivir”, manifestaron los ciudadanos.
Djedson Hypolite enrollaba hábilmente cables eléctricos cortados en una casa derrumbada en la ciudad de Los Cayos, al sur de Haití, mientras buscaba más metal entre los escombros.
Además, el niño de 13 años y su hermano Dawenson, de 9, han estado extrayendo y revendiendo cables encontrados entre los escombros desde que se produjo el terremoto el 14 de agosto, que mató a más de 2.000 personas en todo Haití.
«Somos huérfanos de padre y nuestra casa se derrumbó, así que sólo tratamos de sobrevivir de alguna manera», dijo Hypolite, explicando que los dos hermanos ganaban unos 5 dólares al día recogiendo los cables eléctricos.
El terremoto se produjo poco más de un mes después del asesinato del presidente Jovenel Moïse, lo que agravó la agitación política en el país más pobre del hemisferio occidental, donde las bandas violentas operan sin control, el hambre va en aumento y los servicios de atención sanitaria ya estaban colapsados por el Covid-19.
Aunque los esfuerzos oficiales para despejar los escombros han sido lentos en las ciudades y pueblos más afectados de la península sur de Haití, los recolectores de chatarra y las empresas de reciclaje están más ocupados que nunca, proporcionando el tan necesitado dinero en efectivo para cientos de residentes y manos extra para limpiar los escombros.
En toda la ciudad, los residentes llevaban la chatarra a los lugares de acopio en motocicletas, camionetas o sobre sus cabezas.
Los que podían llevar más peso transportaban láminas de aluminio, que costaban 25 gourdes haitianos (25 centavos de dólar) por kilo, o barras de hierro, que se vendían por 10 gourdes en un punto de reciclaje en el centro de Los Cayos.
Holmes Germain, propietario de una empresa de reciclaje del centro de la ciudad, dijo que la cantidad de hierro y aluminio que recibía se había duplicado o triplicado desde el terremoto.
Los camiones entraban y salían de su depósito de chatarra, llevando las cargas de hierro retorcido, láminas de aluminio deformadas, cables enredados y alguna que otra batería a la capital, Puerto Príncipe. Desde allí, dijo, se reciclaba para uso doméstico o se empaquetaba en contenedores de transporte y se exportaba.
Germain ve su negocio como una oportunidad económica y un servicio público en estos tiempos de crisis.
«Si no compramos el hierro, lo botan a la basura o lo dejan tirado por ahí, así que esta es nuestra forma de intentar limpiar el centro de la ciudad», dijo. (Reuters)