Para mitigar el frío en sus tiendas, los padres pasean con sus hijos en brazos y cubiertos en mantas por las calles de esta ciudad del sureste, cercana al epicentro del sismo, que causó en Turquía y Siria más de 20.000 muertos.
Las autoridades de la ciudad prohibieron a miles de habitantes volver a sus casas, juzgadas todavía demasiado peligrosas por las réplicas que sacuden a diario la región.
NO PODEMOS VOLVER A CASA
Alrededor de la familia Halici, el humo de decenas de hogueras colma el aire de la noche. Supermercados y otros comercios dan a las familias palés de madera para quemar.
Gimnasios, mezquitas, escuelas y otras tiendas los acogen por la noche. Sin embargo, hay pocas camas y miles de personas pasan sus noches encajadas dentro de vehículos, con el motor en marcha para dar un poco más de calor.
Muchos refunfuñan de la gestión de las tareas de rescate por parte del Gobierno. En una visita a la región, el presidente Recep Tayyip Erdogan reconoció deficiencias, pero insistió que es imposible estar preparado ante una catástrofe de esta magnitud. (Infobae).