Los periodistas oficialistas tomaron las instalaciones del diario La Prensa de Nicaragua, luego de recibir órdenes del presidente Daniel Ortega y la vicepresidenta Rosario Murillo.
Antes de que esta “orientación” fuese enviada vía WhatsApp, un grupo de operadores sandinistas, desmontó de la fachada del edificio de Managua el rótulo histórico en el que se leía, desde hace casi un siglo sobre Carretera Norte en Managua, “La Prensa”.
De esa forma el régimen consumó la confiscación de esta redacción, la más antigua del país, ya tomada manu militari desde el 13 de agosto de 2021.
La falta del rótulo fue notada desde muy temprano por los conductores y transeúntes de esta concurrida vía de acceso a la capital. Fue un estremecedor golpe simbólico porque este periódico -bautizado por el poeta Pablo Antonio Cuadra como La República de Papel- desde su fundación en 1926 ha enarbolado la defensa de las siempre asediadas libertades públicas en Nicaragua. Una trayectoria que la ha enfrentado a tres dictaduras que “han visto en ‘el diario de los nicaragüenses’ un obstáculo”, expresó la Junta Directiva del rotativo, un día después que los Ortega-Murillo instalaran un centro cultural en el edificio privado, en un acto considerado como “un robo”, ya que las confiscaciones están prohibidas por la Constitución Política de Nicaragua en su artículo 44.
La Prensa fue intervenida policialmente el 13 de agosto de 2021, cuando el Gobierno sandinista abrió en contra del rotativo “una investigación” por los supuestos delitos de “defraudación aduanera y lavado de dinero”, que derivó en la captura de Juan Lorenzo Holmann, gerente general de este periódico crítico.
Desde entonces, el inmueble -valorado en casi 10 millones de dólares, especialmente por su rotativa y su imprenta comercial- estuvo clausurado por oficiales de las tropas especiales.
El régimen replicó con La Prensa lo hecho anteriormente con las redacciones confiscadas de 100% Noticias y Confidencial: instalar en los inmuebles centros sanitarios cuya propiedad fueron asignadas al Estado, en una medida que desempolva la política de confiscaciones de la revolución sandinista en la década de los ochenta. En esta ocasión fue un centro cultural adscrito al Tecnológico Nacional (Inatec).
“La historia de La Prensa es una historia de ataques a los valores que representa”, remarcaron los miembros incompletos de la junta directiva del diario, porque tres de sus integrantes son presos políticos de los Ortega-Murillo desde hace más de un año. La instalación de este “centro cultural” fue anunciado por la vicepresidenta Rosario Murillo el 22 de agosto sin precisar la ubicación.
“Vamos a celebrar el 42 Aniversario de la Alfabetización instalando el Centro Cultural y Politécnico José Coronel Urtecho. ¡No volverá el Pasado! Vamos a estar publicando todas las Carreras y toda la Oferta de ese Centro que cubre una zona muy populosa, muy popular de la Capital (sic)”, celebró Murillo.
La inauguración sobre la rotativa saqueada fue presidida por funcionarios sandinistas menores, en un acto en el que la pareja presidencial fue ensalzada y se repitió el lema de Murillo: “No volverá el pasado, eso está decretado…”.
Además, la junta directiva de La Prensa respondió con un comunicado contundente, haciendo un repaso de la historia de resistencia de este rotativo, por el que han pasado los periodistas más importantes y acuciosos de Nicaragua.
En La Prensa también se tecleó el principio insoslayable de la libertad de prensa en Nicaragua: lo hizo su director mártir, el doctor Pedro Joaquín Chamorro, asesinado en 1978 por la dictadura somocista, que también bombardeó y censuró a la publicación.
“El pasado son ellos [en referencia a Ortega y Murillo]. Ellos representan todos los antivalores que La Prensa ha enfrentado durante 96 años a costa de grandes sacrificios”, indicó la junta directiva.
“Sobre todo, el compromiso del periodismo con la verdad, la libertad, la justicia y la democracia. Es el personal que la hace posible asumiendo los riesgos que luchar contra enemigos tan poderosos implica. La Prensa es sus lectores. Mientras haya nicaragüenses que la lean, existirá La Prensa”, añadieron.
La consumación de la confiscación del periódico ocurrió casi un mes después que tuvieran que exiliar a toda su redacción, debido a una feroz cacería contra los reporteros, fotógrafos y personal administrativo que terminó con la captura de dos de sus conductores, quienes todavía siguen encerrados en la temida cárcel de El Chipote.
“Podrán confiscar nuestros equipos y nuestras instalaciones, pero no podrán contra los valores que sustentan nuestro trabajo”, insistió el comunicado de la junta directiva que, antes de ser intervenida policialmente, sufrió un embargo aduanero de papel y tinta por 18 meses que casi la obliga a dejar de circular. Sin embargo, el diario resistió el embargo y su última edición se imprimió hasta que la policía con sus fusiles invadió la redacción y también la hemeroteca histórica.
El jefe de redacción de La Prensa, Eduardo Enríquez, dijo que con esta acción el régimen Ortega-Murillo ha concretado el “robo” de las instalaciones del medio de comunicación. Sin embargo, no deja de creer que el rotativo “volverá a circular en las calles del país, cuando Nicaragua vuelva a ser República”.
La redacción, como muchas otras nicaragüenses, se rearticula en el exilio mientras invita a los lectores a apoyarlos para seguir informando.
Antes de agradecer las muestras de solidaridad por la confiscación, la junta directiva de La Prensa lanzó en su comunicado el parafraseo del antetítulo escrito por el legendario editor Danilo Aguirre tras el entierro de Pedro Joaquín Chamorro, que decía desafiante y premonitorio en 1978, un año antes de que el somocismo fuese derrocado: “Los enterrados serán ellos”. La Prensa en 2022 vuelve a publicar: “Otra vez nos quieren enterrar, y como ha sucedido en otras ocasiones, los enterrados serán ellos”. (EL País, España).