El excomisario Villarejo es uno de esos personajes que alguien pensaría que solo pueden pertenecer a la ficción.
Sin embargo, el expolicía forma parte desde hace décadas de una de las realidades más insólitas de España, repleta de secretos de Estado, tramas de corrupción y escándalos en los que Villarejo ha jugado un papel fundamental, ya fuera como espía al servicio del Estado y de grandes corporaciones, o como recaudador de información sensible para que otros pudieran utilizarla a su conveniencia contra políticos o empresarios.
Influyente y con relaciones al más alto nivel, el expolicía se hizo millonario vendiendo informes especiales y contribuyendo al montaje de campañas de desprestigio.
Villarejo también trabajó como agente encubierto en el Ministerio del Interior para realizar algunas de las tareas más delicadas vinculadas a las llamadas cloacas del Estado, tanto con los conservadores como con los socialistas.
En su historial también destacan las grabaciones que hizo en secreto a la princesa Corinna Zu Sayn-Wittgenstein, una las amantes del rey emérito Juan Carlos I que reveló que el monarca recibía comisiones millonarias.
De lo que no cabe duda es de la competencia profesional de Villarejo, ya que pudo lucrar y sobrevivir durante años a pesar de los muchos enemigos que acumulaba.
«A mí no se me ha tratado como un presunto delincuente, se me ha tratado como un enemigo que hay que aniquilar», denunció este expolicía a su llegada a la Audiencia Nacional, que lo juzga junto a otras 26 personas.
«En este país, cuando alguien molesta, se le aniquila, se le destruye y se utilizan lamentablemente instituciones tan serias como la justicia», añadió Villarejo, que llego al tribunal con una boina oscura y con gafas de sol.
Al ser preguntado sobre el resultado de este primer juicio, el excomisario declaró este miércoles que «confía absolutamente en la independencia de la justicia». «Confío en que este es un Estado de derecho y, por tanto, yo espero que no se haga, digamos, una justicia folclórica», insistió. (FRI)