Buenos Aires.- Un equipo de científicos argentinos planteó el uso de microbios autóctonos de la Antártida para eliminar la contaminación por hidrocarburos y plásticos. La investigación en el continente blanco abre la puerta para limpiar los mares.
Las bases antárticas utilizan diésel como fuente de energía para generar electricidad y calor, pero el transporte, almacenamiento y uso provoca focos de contaminación, inaceptables en un continente que debe mantenerse prístino según el Protocolo de Madrid de 1961 sobre protección ambiental.
El doctor Lucas Ruberto, bioquímico con orientación en biotecnología, viajó en diciembre junto a otros investigadores a Carlini, una de las seis bases permanentes argentinas en Antártida, tras realizar una cuarentena previa para evitar llevar el covid-19 al continente.
Como otros años, el equipo realizó tareas de biorremediación, que implican limpiar el suelo afectado por diésel en Antártida aprovechando el potencial de microorganismos y plantas autóctonas, una tecnología que se concreta a lo largo de los tres meses de la campaña antártica del verano austral y tiene una eficiencia de remoción del 60 al 80%.
«El núcleo teórico de este trabajo lo que hace es aprovechar el potencial de microorganismos autóctonos, o sea bacterias y hongos que habitan el suelo antártico, incluso cuando está contaminado, y hacer que esos microorganismos coman el hidrocarburo, que para nosotros es un contaminante y para ellos puede ser un alimento», dijo Ruberto a Reuters desde la base.
«Para eso, lo que hacemos es optimizar las condiciones: darle nitrógeno, darle fósforo, airearlo y corregir algunas condiciones de humedad, y básicamente con eso logramos que los microorganismos reduzcan de manera biológica, con un impacto ambiental muy bajo, el nivel de contaminantes», agregó por Zoom.
En esta campaña, el equipo de la Universidad de Buenos Aires, el Instituto Antártico Argentino y el consejo de investigaciones científicas (Conicet) sumó un proyecto para investigar la degradación de plásticos por microorganismos antárticos, lo que podría generar un aporte relevante dado el problema ambiental que éstos representan en la actualidad.
Los investigadores están aprovechando los conceptos aplicados en hidrocarburos como base para el desarrollo de tecnologías vinculadas a la degradación de plásticos, ya que ambos son polímeros, moléculas compuestas por cadenas largas que principalmente tienen carbono e hidrógeno.
«Este año incorporamos como uno de los proyectos del grupo buscar microorganismos autóctonos que sean capaces de degradar el plástico», dijo Nathalie Bernard, bioquímica y especialista en biodegradación de plásticos.
Los investigadores reúnen muestras de plástico sumergidas en los mares de la Antártida y en el laboratorio identifican cuáles son los microorganismos que viven en la comunidad asociada al plástico para entender si lo están comiendo y, por ende, degradando, o si lo usan como una balsa para flotar.
«Si encontramos alguno que efectivamente esté degradando el plástico, el siguiente paso sería entender cómo, para poder, a largo plazo, buscar una forma de armar un proceso biotecnológico para degradación de polímeros a baja temperatura», agregó Bernard.
Para los científicos, trabajar en la Antártida como representantes de Argentina, que tiene presencia constante desde 1904 y es signatario original del Tratado Antártico de 1959, es un privilegio.
«Poder investigar en la Antártida es un sueño cumplido, es un lugar único, protegido, con ecosistemas muy particulares, así que poder investigar, poder hacer experimentos, poder contribuir con una pequeña porción de conocimiento a la comprensión de este continente es muy estimulante», concluyó Ruberto. (Reuters)