Habían pasado apenas unas horas desde que el presidente chino, Xi Jinping, advirtiera, rotundamente, que cualquier veleidad rebelde en el territorio autónomo de Hong Kong sería “absolutamente intolerable” para Pekín. En un firme desafío a sus palabras, cerca de 60.000 personas según los organizadores, se lanzaron a la calle por el centro de la ciudad para participar en la manifestación anual del 1 de julio, el aniversario de la vuelta de la excolonia a la soberanía china hace 20 años, y reclamar más democracia y la puesta en libertad del disidente Liu Xiaobo, el premio Nobel de la Paz condenado a once años de cárcel y hospitalizado esta semana fuera de la cárcel porque está enfermo terminal de cáncer.
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