“Cuando el agua empezó a subir, llegó como una ola. Fue como un tsunami”, son las palabras de Guillermo Serrano Pérez, de 21 años, residente de la localidad de Paiporta, cerca de Valencia, en España.
Guillermo es una de las miles de personas que sufrió los devastadores efectos de la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), el temporal que entre el martes y el miércoles causó inundaciones masivas en varias regiones del este y sureste de España, dejando más de 100 muertos y decenas de desaparecidos.
Este joven conducía por la autopista con sus padres el martes por la noche cuando les sorprendió una tromba de agua.
DE ALERTA AL PÁNICO
La fuerza de las corrientes de agua sorprendió a muchos, entre ellos la familia de Guillermo, pese a que las intensas precipitaciones llevaban horas azotando la zona y se habían emitido advertencias.
El martes por la mañana, alrededor de las 07:00, hora española (06:00 GMT), la agencia meteorológica española Aemet advirtió que se pronosticaban lluvias torrenciales para la región de Valencia.
“¡Mucha precaución! ¡El peligro es extremo! No circulen salvo que sea absolutamente necesario”, expresó la agencia en un comunicado en la red social X, poco antes de emitir una “alerta roja máxima”.
A lo largo del día se fueron emitiendo más alertas y se solicitó a las autoridades locales que impidieran a la gente acercarse a las orillas del río.
A las 15:20, el centro de coordinación de emergencias regional ya publicaba imágenes de calles totalmente inundadas en los municipios de La Fuente y Utiel, al oeste de Valencia.
Unas horas más tarde, indicó que varios ríos de la zona estaban crecidos y pidió a la gente alejarse de las orillas.
Pero, en la mayoría de los lugares ya era demasiado tarde.
Chiva, a unos 20 kilómetros, fue una de las primeras localidades azotadas por la furia de las inundaciones repentinas.
El profundo barranco que atraviesa la localidad se estaba llenando de agua desde el martes por la tarde tras las fuertes lluvias.
Aproximadamente a las 18:00 horas, las calles se habían convertido en ríos, con la fuerza del agua arrastrando coches, farolas y bancos.
Los servicios de emergencias se apresuraron a brindar ayuda en toda la región, pero el agua invadió las calles con una rapidez inaudita.
“De repente cayó un chaparrón muy fuerte desde arriba y el agua subió un metro o metro y medio en pocos minutos”, explicó el alcalde de la localidad de Riba-roja de Túria.
En otros puntos de la región comenzaron a divulgarse noticias de personas desaparecidas, tras ser arrastradas por las aguas.
Sin embargo, Protección Civil no envió un aviso a los residentes de la región de Valencia para disuadirles de circular por las carreteras hasta más de dos horas después, pasadas las 20:00 horas.
Muchos cuestionaron el momento en el que se produjo ese aviso, más de 12 horas después de que la agencia meteorológica española emitiera su primera alerta roja.
Algunos criticaron que la advertencia llegó demasiado tarde para que la gente buscara refugio en los pisos superiores o abandonara las carreteras, que estaban llenas de viajeros que regresaban a casa después del trabajo.
“ME ARRANCÓ LA ROPA”
Paco conducía desde Valencia hasta la cercana Picassent, cuando le sorprendieron las inundaciones repentinas que se tragaron las carreteras.
Declaró al periódico El Mundo que “la velocidad del agua era una locura”, mientras la corriente se llevaba los vehículos a su paso. “La presión era tremenda. Conseguí salir del coche y el agua me empujó contra una valla a la que me agarré, pero no me podía mover”.
“No me dejaba. Me arrancó la ropa”, recuerda.
A Patricia Rodríguez, de la localidad de Sedaví, también la sorprendió la inundación mientras conducía a casa desde el trabajo.
Según relató a los medios locales, el agua empezó a subir cuando estaba en un atasco cerca de Paiporta y los coches empezaron a flotar.
“Teníamos miedo de que el río se desbordara porque estábamos en la zona más peligrosa”, detalló.
Consiguió escapar a pie con la ayuda de otro conductor y observó, aterrorizada, cómo un joven que estaba cerca llevaba a un bebé recién nacido a un lugar seguro.
“Menos mal que nadie se resbaló porque, de lo contrario, la corriente nos habría llevado”, indicó.
AGARRADO A
UNA PALMERA
Las publicaciones en las redes sociales ayudan a comprender el caos que se apoderó de la región al caer la noche.
Un vídeo compartido en X, muestra a ancianos en silla de ruedas de una residencia de mayores en Paiporta, atrapados en un comedor con el agua marrón hasta las rodillas.
En la misma red social, Rut Moyano, una vecina de Benetússer, cerca de Valencia, relataba la situación cada vez más desesperada en su pueblo: contó que se refugiaba con vecinos en los pisos superiores de su edificio cuando uno de ellos sufrió un ataque al corazón y murió.
“Ha llegado la guardia civil a pie, pero no pueden acceder a la finca porque hay un coche empotrado en el portal. ¿Alguien sabe decirme si hay ayuda en camino?”, publicó.
En la mañana del miércoles la luz del día reveló la magnitud total de la devastación, con centenares de coches apilados uno encima del otro, negocios destruidos y pueblos enteros cubiertos de barro y escombros. (BBC)