La victoria era imperiosa. Por el empuje anímico de ganarle a un rival que se había convertido en el verdugo de las últimas dos finales de Copa América, y porque la tabla de las eliminatorias sudamericanas lo exigía. Y en la vuelta al Monumental la Argentina cosechó el triunfo que necesitaba en la tabla, pese a que el nivel que mostró el equipo fue muy flojo.
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