La ONG Amnistía Internacional (AI) aseguró ayer que América es el continente más letal para los defensores del medio ambiente y activistas contra el cambio climático, grupos formados en su mayoría por indígenas, afrodescendientes, campesinos y pescadores.
Estas personas en su mayoría viven en zonas ricas en recursos naturales como combustibles fósiles, sumideros naturales de carbono y minerales clave para la transición energética.
«La extracción de estos recursos está contribuyendo a la crisis climática y en muchos casos violando los derechos de las poblaciones locales. La mayoría de ellas son pueblos indígenas, afrodescendientes, comunidades campesinas o de pescadores. Muchas están lideradas o compuestas por niñas, jóvenes y mujeres. Y, en todos los casos, son luchas colectivas», señala un comunicado de AI.
En ese sentido, la ONG explicó que la historia colonial, el racismo y la desigualdad de la región hacen que estas personas no puedan participar ni sean reconocidas a la hora de tomar decisiones sobre el medio ambiente o el cambio climático.
Asimismo, informó de que estos defensores a menudo chocan con un ambiente hostil y peligroso cuando se enfrentan a importantes intereses políticos y económicos, razón por la que instó a los gobiernos regionales a proporcionarles protección y voz.
«Las Américas es la región más letal del mundo para quienes defienden la tierra, el territorio y el medio ambiente. (…) Los estados deben reconocer públicamente el valor de su trabajo y tomar medidas urgentes, para garantizar su seguridad y acabar con la impunidad que disfrutan sus agresores», declaró la encargada de campañas para personas defensoras de Derechos Humanos en las Américas de AI, Graciela Martínez.
COMUNIDADES EN LUCHA EN CANADÁ, ECUADOR, COLOMBIA, BRASIL Y ARGENTINA
Amnistía habló con varias personas pertenecientes a grupos movilizados contra los mencionados «intereses políticos y económicos», como es el caso de la jefa Unist’ot’en de la comunidad canadiense de Wet’suwet’en, Freda Huson, cuyo pueblo se opone a la construcción de un gasoducto en su territorio ancestral sin su consentimiento.
En Quebec (Canadá), la comunidad Innu de Pessamit, por su parte, lleva estudiando desde años hace el impacto del cambio climático en su territorio e incluso propusieron formas de adaptación y conservación de estas tierras.
Estas luchas también se extienden a otras comunidades por toda Latinoamérica, como es el caso del grupo de niñas y de jóvenes ecuatorianos que realizaron una campaña contra la quema de gas natural residual de la extracción de petróleo por las negativas consecuencias para la salud de la población local debido a las altas emisiones de CO2.
Una federación de pescadores en Colombia llegó a monitorizar y denunciar la contaminación y destrucción de masas de agua que les permiten subsistir con un bajo impacto ambiental.
«Nuestra resistencia en el territorio es una forma de protección del ambiente, pues no hay nadie que conozca mejor la zona que nosotros que hacemos parte de aquí», dijo la presidenta de Fedepesan (Federación de Personas Pescadoras que defiende las ciénagas de la región Magdalena Medio), Yuly Velásquez.
En Brasil, asociaciones de mujeres afrodescendientes están proponiendo planes para un uso alternativo y sostenible de la selva amazónica, a través de los cultivos tradicionales como el caso del coco babasú.
Mientras, los pueblos indígenas del norte de Argentina denunciaron que la transición a una economía de bajas emisiones en carbono se está llevando a expensas de las comunidades locales, por lo que comenzaron a realizar acciones para que se les consulte sobre proyectos como el de la minería de litio en sus territorios.
«Es más urgente que nunca que tomen acciones decisivas para reducir las emisiones, prescindir gradualmente de la producción de combustibles fósiles y mantener el incremento medio de la temperatura mundial por debajo de 1,5 grados con respecto a los niveles preindustriales. Nuestra supervivencia depende de ello», finalizó. (Europa Press)