Iceman siempre se manejó a flor de piel y nunca se puso el casete. Se mostró tal cual es, desinhibido, sin prejuicios, lejos de la pulcritud y el glamour que suele haber en la F1. Por ejemplo, el día de su debut en Australia en 2001 lo despertaron para ir al circuito y sin estar ansioso por esa instancia pidió dormir un poco más. O hasta también reveló en su biografía (“El desconocido Kimi Räikkönen”) que en 2012 estuvo 16 días seguidos de fiesta antes de la carrera en España, algo que no le impidió ser tercero.