Cuidada por una familia de acogida durante su infancia y agredida sexualmente en la adolescencia, Simone Biles ha superado todos los obstáculos para llegar a la cima de la gimnasia, antes de mostrar su fragilidad en el concurso general por equipos de Tokio-2020 abandonando ayer tras una mala actuación en salto.
Tras haber superado a los 22 años el récord de la leyenda bielorrusa Vitaly Scherbo (23) con 25 medallas en la escena mundial, 19 de ellas de oro, la estadounidense es una de las estrellas de los Juegos Olímpicos de Tokio, cinco años después de sus cuatro medallas en Rio.
Pero, pocos se esperaban que se viniera abajo delante de todos y no pudiera continuar junto a sus compañeras: “No tengo tanta confianza en mí como antes. Tengo la impresión de que ya no puedo disfrutar como antes”.
Sigue siendo la mejor gimnasta de todos los tiempos, una denominación que ella misma acepta al llevar en sus mallas la cabeza de una cabra de lentejuelas, o goat en inglés, un juego de palabras con “GOAT” (“Greatest Of All Time”) que distingue al mejor deportista de todos los tiempos en su disciplina.
Nunca, antes de ella, una gimnasta había logrado cinco coronas mundiales en el concurso general. “A veces me preguntó cómo lo hago, me gustaría poder salir de mi cuerpo para verlo con mis propios ojos”, confiesa.
Asegura que siempre le ha gustado “la sensación de volar” en la gimnasia. Más atlética, más potente, la pequeña bomba estadounidense (1,42, 47 kg) vuela por encima de todas. Cuatro acrobacias – dos en suelo, una en la barra y otra en salto – llevan su nombre.
Para seguir llevando más allá los límites, tiene en la manga una nueva acrobacia en salto, que ninguna mujer ha realizado antes que ella.
Para su compatriota Morgan Hurd, campeona del mundo de concurso general en 2017 – en su ausencia -, simplemente es “sobrehumana”. Cuando la pequeña Simone descubrió la gimnasia con seis años en una excursión escolar, fue inmediatamente captada por un entrenador.
Podría parecerse a un cuento de hadas, pero no lo es porque Biles, nacida en Ohio, convivió en sus primeros años con una madre “dependiente del alcohol y las drogas”, que “entraba y salía de prisión”, lo que hace que ella y sus tres hermanos y hermanas acaben en una familia de acogida, relató emocionada a la televisión estadounidense en 2017. Así, la estadounidense marca una historia particular, pero frágil y humana como ayer.
AGENCIAS