El duelo, repetición de las semifinales del año pasado, fue más igualado, por momentos pareció incluso que podía caer del lado del argentino, pero una reacción del español en el tramo final le dejó a un escalón de una nueva final.
Su rival para conseguirlo es el serbio Novak Djokovic, número 1 del mundo que venció al italiano Matteo Berrettini, número 9.
«Diego es un jugador increíble, siempre muy difícil para mi. Es increíble volver a semifinales otra vez, gracias al público, a la gente de la Philippe Chatrier. Siempre es muy emocionante para mi jugar en Roland Garros, mi torneo favorito, el más importante de mi carrera», dijo el español, que reconoció que durante el segundo set perdió la agresividad.
Schwartzman, que llegaba al duelo sin haber perdido un set, con el tono recuperado del año pasado tras una irregular gira de tierra batida, obligó a Nadal a elevar su nivel, a buscar en los más profundos recursos de su talento.
El resultado fue un duelo vistoso, con dos sets jugados de poder a poder, que hicieron las delicias del público, de nuevo de vuelta de forma numerosa a las gradas por el alivio de las restricciones impuestas por la pandemia.
Los 5.000 espectadores, un tercio del aforo de la Philippe Chatrier, devolvieron al torneo el sabor tradicional. Volvieron los «¡Vamos Rafa!», los cánticos, los aplausos, los murmullos y los «silence s’il vous plait» del árbitro. El partido ya no fue la misa nocturna de los últimos días o, en el mejor de los casos, el duelo apático con cuatro gatos.
Roland Garros recobró algo de su espíritu de gallinero y diversión y Nadal y Schwartzman supieron darle tono y emoción, en una soleada tarde parisiense.
El resultado fue una nueva victoria de Rafa, la 105 en su torneo de predilección, la undécima contra el argentino en doce duelos, la tercera sobre el polvo de ladrillo de París.
Schwartzman puede consolarse en que se acercó un poco más a un rival al que solo ha derrotado una vez, el año pasado en Roma, y porque descubrió que debajo de la piel de extraterrestre de Nadal existe un rival vulnerable. (D10)