“Hasta el último golpe, el partido podía inclinarse de un lado o del otro. Emocionalmente estoy extenuado”. El número 1 del mundo respiró al fin después de su victoria 6-7 (6/8), 6-2, 6-4, 7-6 (8/6) contra el alemán Alexander Zverev.
Luciendo cada uno de los dos astros del tenis un apósito abdominal, ni el serbio -que había dado muestras ostensibles de molestias en esa zona en sus dos partidos precedentes- ni el alemán -mucho más discreto- no parecieron sufrir sobre la pista más allá de lo que les obligaba su rival.
Su duelo, no por igualado dejó de ser decepcionante, sobre todo por los muchos errores no forzados que cometieron ambos tenistas; Djokovic (56) y Zverev (38).
Felizmente para él, el serbio pudo apoyarse en su servicio (23 aces por 21 de su rival).
“Serví muy bien, logré un poco más de aces que él, es un milagro ante un tan buen servidor como Sasha”, confesó Djokovic.
Sistemáticamente con el partido en contra al inicio de cada set, a excepción del segundo, fue su servicio el que le permitió meterse en el partido en cada ocasión.
Y una cierta dosis de mal genio. “Cuando rompí mi raqueta (cuando perdía 3-1 en el tercer set), me reencontré a mí mismo y el partido cambió”, explicó sonriente. Aunque ha sobrevivido a un rival que conoce bien, Djokovic se sumergirá en lo desconocido en su semifinal ante el 114º del mundo.